EL GRAN PARQUE

La primera vez que la debió de ver si el Universo se hubiera puesto de acuerdo, sería hace cuatro años, estuvieron a escasos metros el uno del otro. Él estaba en el parque de la gran ciudad, donde los niños rompen a correr detrás de una pelota de cuero, los perros se sienten libres y fieles a sus amos, las parejas encuentran nuevos destinos donde descubrirse con las manos, los ancianos narran sus batallitas a quien quiera escucharlas, y por las noches los hombres lobo aúllan a la luna para encontrar el consuelo que les falta.

Ella tan bien estaba en el gran parque, leyendo un libro que le había regalado su mejor amiga por aquella época, y él seguía esperando una cita que tendría segundas oportunidades pero que nunca llegarían a encontrar las respuestas que buscaban. Así que en cierta manera todo estaba conjugándose en las orbitas del Universo, era el comienzo de una ecuación que se desvelaría más tarde, pero no sería todo tan sencillo.

Incluso las matemáticas, una ciencia tan exacta y concreta, se siente obligada en ocasiones a flexibilizar, a encontrar en variables anexas los resultados necesarios para que siga en funcionamiento la ecuación principal. Dos años más tarde, sus cuerpos, sus partículas moleculares casi chocan en un concierto de M Clan, ella había ido esta vez con el que creía por aquel entonces que era su príncipe azul, y algún día conseguirían un castillo humilde de noventa metros cuadrados, un cuarto de baño, y los accesorios necesarios que publicitan para ser felices. Él fue con sus amigos, de caza decían, un termino demasiado vulgar, ni que el hombre se viera obligado a cazar a la mujer, y la mujer fuera presa del hombre, pocos son los que descubren que ni el hombre ni la mujer son dueños ni siervos de nadie. Ese minúsculo acercamiento, ese minúsculo cruce de miradas que tuvieron sin que fueran conscientes, era suficiente para comprobar que la ecuación no había desafinado.

Años más tarde ya acercándonos al presente actual, por causalidades y no por casualidad ella hizo mucha amistad con un compañero de trabajo, coincidían en que ambos eran relativamente nuevos en la empresa donde trabajaban para poder sobrevivir, y que alguien de las esferas superiores engordaba sus arcas a costa de pobres inocentes. Lo que ella no sabía, y su nuevo compañero de trabajo desconocía es que su mejor amigo, es decir él, en cierta manera estaba predestinado para ella. Normalmente en el descanso que tenían para comer siempre iban juntos, siguiendo la misma rutina, el mismo restaurante, qué había en el menú del día, y seleccionar entre las breves tonalidades que presentaban, azul, verde o rojo. Se sentían cómodos entre sí, quizás ayudaba que no había ninguna atracción sexual por parte de los dos que pudiera incomodarlos. El compañero de trabajo le contaba a ella que era un feliz marido, con una esposa preciosa, y dos fabulosos chiquillos, pero que no era tan fácil como parecía, el trabajo, y la dependencia que le creaba este último, y las energías que le robaba, poco a poco estaba mermando su vida personal, en definitiva que se estaba pensando muy seriamente dar un giro de trescientos sesenta grados a su vida, antes de que fuera demasiado tarde. Ella le contaba que aunque la soledad no le incomodaba, estaba cansada de sentirse sola, llegar a casa por la noche, y no encontrar un brazo donde apoyarse, no se hacía a la idea de abrir una botella de vino para una sola copa, echar de menos el cocinar a medias, y no poder compartir los sueños y los secretos de la almohada.

Hasta que un día los astros se pusieron a trabajar, en lo que llevaban tiempo planeando, y cuando ella le dijo a su compañero de trabajo “a ver si adivinas que pondrán hoy en el menú, si lo aciertas pago yo la comida”. Y él le dijo, “se me había olvidado decirte que hoy había quedado con un amigo a comer.... pero vente, será divertido”. “No quiero molestar, tendréis que hablar de vuestras cosas”. “No te preocupes, vente, de verdad”. Así fue la primera vez que se reconocieron, que se vieron, fue un encuentro causal, motivado por respuestas que se encuentran detrás de estas preguntas, por qué ahora y no antes, por qué tuvieron que esperar tantos años para conocerse, y allí estaban los dos, en el restaurante que ella iba a comer todos los días, con su compañero de trabajo, el cual había sido en cierta manera el culpable de que él estuviera ahí, y se conocieran.

Se saludaron, “hola yo me llamo... y tú eres...”, se dieron dos besos, en las mejillas, se observaron, él le miraba a ella de reojo durante la comida, disimuladamente, para que nadie lo percibiera, y ella se encandilo con su mirada, con esa seguridad que transmitía, y ambos jugaban al escondite, entre palabras, risas, y miradas, hasta que tuvieron que volver al trabajo, y él le dijo “ha sido un placer” y ella le respondió “lo mismo digo”.

Y lo cierto que todo hubiera terminado ahí, si por ellos dos hubiera sido, es decir ni él se atrevió a pedirle a su amigo el teléfono de ella, ni ella de hacer lo mismo, pero ambos querían volverse a ver, encontrarse, y comprobar si lo del otro día tenía algún sentido, o había sido algo fugaz. Aquí es cuando intervienen los astros, de los cuales tanto hemos hablado con anterioridad, y es que cuando dos personas desean volverse a encontrar no son conscientes que están creando un cambio sísmico para voltear las variables que hagan falta, y todo en cierta manera se vuelve a su favor, para que tal como les paso a ellos, y les hubiera podido pasar hace cuatro años, volvieran a coincidir en el gran parque.

La causalidad quiso que fuera allí, en la única terraza que hay abierta en el gran parque, ella se sentó a leer un libro, y él a tomar algo, esta vez sus miradas se reconocieron cuando se cruzaron, y todo empezó con un sencillo, “hola, ¿Qué haces aquí?”. A partir de ahí nos podemos imaginar todo lo que sucedió, es sencillo, hay personas que están predestinadas sin saberlo, simplemente se tienen que dar las circunstancias, las variables adecuadas para que lo descubran, porque quizás en otro plano, en otro momento nada hubiera pasado, pero esta vez no fue así, la ecuación de la causalidad termino su trabajo, los astros estaban satisfechos, ella jamás se volvería a sentir sola, y le contaría todas las noches los secretos que guarda detrás de su almohada, y él descubriría que llevarla al fin del mundo es tan sencillo como encontrar la receta adecuada en esas pequeñas cosas que hacen que dos personas puedan ser felices para siempre.

1 comentario:

  1. Me ha enamorado este relato.
    Es cierto, si dos personas están predestinadas el Universo y todo cuanto tiene el poder para que esto suceda se pondrán a trabajar en equipo para llevarlo a cabo.

    Me ha recordado a la canción "Juego de Azar" de Joaquín Sabina.

    Un placer leerte. Siempre me sorprendes.

    Besos.

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