EL VIAJERO

Él no se preguntaba nada, no tenía porque hacerlo, cuando anhelaba respuestas no se lo pensaba dos veces, hacía el macuto, se lo tiraba a la espalda e iba donde le llevaran las piernas, esta vez el viaje fue hacía el Oeste, no sabía lo que se encontraría ahí, no le importaba. Él estaba por encima de esas cosas.

Porque lo cierto es que daba igual hacía que dirección se dirigiera, siempre, siempre, tarde o temprano en su trayecto acabaría en ese pequeño pueblo a los pies de las montañas que le enamoro una vez y no podía dejarlo de visitar. Llegó como otras tantas veces al bar, y como casi siempre que había pisado esas maderas que cubrían el suelo se encontraba más vació que otra cosa, un par de parejas de ancianos jugando al domino, un par de chiquillos gritando gol detrás de un futbolín, y poco más había para contar.

Se acercó a la barra, y esperó, hasta que apareció ella. Con la ropa de trabajo y los dos botones de arriba de la camisa desabrochados enseñando un pronunciado escote.

¿Esta vez hacía donde te dirigías? Le pregunta ella mientras le sirve lo de siempre.

Eso importa, al final siempre acabo aquí

No será por mí....

Conoces perfectamente esa respuesta. Aunque no se trata solamente de ti, hay algo en este pueblo que no puedo olvidar, y no sé de qué se trata.

Que aquí estamos al margen del mundo, por eso nunca me he ido.

¿No tienes curiosidad de lo que hay más allá de estos límites? ¿Por qué no te vienes alguna vez conmigo, te llevaría a lugares que ni tus ojos son capaces de imaginar?

Sabes que con lo que tengo aquí es suficiente, lo que necesito saber del mundo me lo contáis vosotros los viajeros, y lo cierto que esa es la verdad que quiero oír, por eso jamás compré un bicho de esos que llaman televisor o algo parecido.

Eres increíble....

¿Por qué? Porque aprendí a ser feliz al margen de un mundo que seguramente si lo conociera me aterraría.

Si, supongo que será por eso.... Pero nunca he podido entenderte porque le tienes tanto miedo al mundo, ¿Qué te ha hecho?

El problema no es lo que me ha hecho a mí, sino lo que le ha hecho a las personas, las pocas noticias que me llegan, los relatos que me cuentan, están llenos de guerras, violencias, hambre, niños nacidos directamente en el mismísimo infierno, políticos malnacidos, hombres que maltratan a las mujeres, y gente que trabaja porque tiene que trabajar pero no sabe nada, absolutamente nada de la felicidad. ¿Y quieres que conozca eso...?

No todo es tan negro como te cuentan, aunque parezca mentira, en ese escenario apocalíptico, se pueden encontrar cosas hermosas, increíbles, que le devuelven a uno la esperanza, las ganas de seguir creyendo.

Por eso siempre acabas volviendo aquí... ¿Cuánto tiempo te quedarás esta vez?

Tenía pensado tres noches, las suficientes para intentarte convencer para que vengas conmigo.

Sabes que no lo conseguirás... Además, ¿Tienes algún destino concreto?

No, por eso sé que vendrás conmigo.

Jajaja. No lo intentes ahora, convencerme, porque aquí lo tienes todo perdido, tú tomaste y yo no. Espérate a luego, cuando estemos a solas, desnudos y el vino me haya vuelto un poco loca, allí es cuando tienes tu oportunidad de convencerme, de llevarme contigo a donde quieras, porque te lo diré ahora y no lo volveré a repetir, he echado de menos tus manos sobre mi cuerpo.

1 comentario:

  1. Qué bonito y qué cierto.

    A ella la comprendo y entiendo perfectamente. ¿Para qué conocer las miserias del mundo si en su pequeño pueblo de montaña lo tiene todo?

    El viajero. Seguro que es guapísimo.

    El vino la volverá loca, pero podría ser él quien se quedara un tiempo con ella en la montaña.

    Besos salados.

    ResponderEliminar