A LA SALIDA DEL TRABAJO

Iré a recogerte a la salida del trabajo, cuando las calles hayan dejado de acumular la lluvia que desemboco como un holocausto toda la tarde, callando así el ruido de los cláxones, y el de las sirenas que nos recuerdan que afuera sigue todo demasiado imperfecto. Cuando te encuentre te prometo que te arrancare todo el cansancio que llevan tus pestañas, y te cogeré de la mano, convidándote a pasear, por esta humedad que se pega a los huesos.

Corretearemos por el laberinto de calles que cubre el viejo casco, pararemos a tomarnos un vinito acompañado de algo que nos mate el apetito, y tú me pedirás que hable de todo menos de realidades que cubren nuestro espacio, que nos tapan el camino. Por eso yo te contaré todas las historias que antes había preparado, historias de amantes prohibidos, de revoluciones que una vez soñamos mientras bajo unos cuantos acordes y arpegios cantábamos a Silvio, creyendo en el mañana y en disparos de nieve. Relatos que abren la vida por la mitad y la dejan florecer, impregnándonos de su perfume mientras con un beso me agradeces que te haya ahuyentado los verdugos que pusieron precio a tu felicidad, a cambio de unas condiciones laborales que se te clavan como espinas en la espalda y a veces no te dejan resoplar.

Saldremos a respirar la noche dejando balancear las piernas al borde de un puente, mientras me cuentes qué harías si tuvieras alas, y me digas, qué fácil sería todo si pudiéramos coger al futuro por la cintura y sacarlo a bailar, marcando nosotros el paso, guiándole con cuidado para que no nos pisara. Retomaremos parte del camino andado, hasta que nos desviaremos por calle melancolía, guardándote allí una pequeña sorpresa, no me digas cómo lo pude conseguir, pero a través de andamios y escaleras suicidas te llevaré a un viejo rincón que creíamos olvidado, las tejas de un tejado cansado de ser tan viejo, será ahí donde chamemos a medías un poco de hierba que le pedí al Robín Hood del segundo, observando a las estrellas parpadear jeroglíficos, auxilios, y canticos de otro planeta.

Cuando lleguemos a casa y te derrumbes sobre la cama, te quitare los zapatos, y te desnudaré sin hacer ruido, y tú me pedirás un último favor, que abrace toda la noche tu cuerpo desnudo y que por favor mañana nunca se haga de día para que no se acabe esta noche. Te prometo que haré todo lo que pueda, mientras dejo la ventana abierta para escuchar el maullido melancólico de los gatos que llaman a la luna, para que por una vez retenga al sol y no le deje escapar de su cara oculta. Antes de que te duermas, te susurraré al oído, quizás llegue un día, cuando vuelva a recogerte a la salida del trabajo, que te lleve para siempre fuera de esta ciudad, no sé a dónde, pero a un lugar donde no le tengas miedo a los amaneceres.

2 comentarios:

  1. Que hermosa narracion y que ternura en la promesa. Mis felicitaciones.

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  2. La salvas, la rescatas. De la rutina. De la vida misma. Y ella te lo agradece. Esa ciudad sin ti no sería más que edificios y caos.

    Debe de quererte mucho :-)

    Muak.

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