CANCIÓN DEL MARINERO Y VAHO EN LOS CRISTALES

Llama al aire, habían quedado a las cinco pero todavía faltan quince minutos. Que celebramos hoy le pregunta ella. Que hace diez años eras una década más joven, y el tiempo aunque te ha quitado otras cosas, en cambio no te ha robado ni un ápice de tu belleza.

Bajan hasta el parque, el muro queda atrás, ahora han puesto muros en todas las ciudades, resulta terrorífico. Has traído lo que me prometiste le dice ella, mientras le mancha sus labios con un poco de chocolate que tenía en los suyos, hoy sabes que no es un día cualquiera, hoy no te dejaré escapar al menos hasta que no salga el alba. Ella asiente risueña, se tira a sus brazos y se buscan una y otra vez con las miradas, con las manos, con los labios, mientras las flautas que navegan por el río les regalan unas notas que encontraron en una partitura que algún músico deprimido había querido perderla para siempre.

Caminan sin rumbo fijo, es difícil definirse en los tiempos que corren, tengo frío le dice ella mientras se deja abrazar por él y le dice en voz baja cántame la canción del marinero, y él primero la tararea, y luego le cuenta aquella historia que un día escucho en un rincón del mundo que todavía no le pusieron nombre y por eso no se puede encontrar en los mapas.

La noche hoy se ha anclado en la primera nevada del año, las calles se tiñen de blanco, como si se estuvieran preparando para una boda y una luna de miel inolvidables, él recurre a un viejo truco que le enseñaron sus viejos amigos, malas compañías decía su padre, pero con una ganzúa encuentra refugio para él y ella, aquí en este auto pasaremos la noche, no te preocupes que cosas peores suceden todos los días y no pasa nada de nada, al fin y al cabo tan solo lo cogemos de prestado, no vamos a robarlo. Ella le dice que está loco, pero que eso es lo que más le gusta, y en la parte de atrás mientras él le vuelve a silbar la canción del marinero poco a poco el vaho se adueña de los cristales, de las horas que faltan hasta el alba, de dos cuerpos que están destinados a entenderse.

A la mañana siguiente gritos, sirenas, porrazos, demasiados porrazos, huye y no mires hacía atrás le dice él a ella, y no es que quiera hacerme el héroe, es mi forma de decirte que eres todo para mí. Ella consiguió escapar, él se buscó demasiados problemas impidiendo que fueran detrás de ella, no hemos hecho nada malo repetía una y otra vez mientras escupía sangre por la boca, no entendéis una mierda, nosotros no somos el problema, silencio y porrazo en las costillas.

A él lo llevaron detrás del muro una temporada y ella escapó hasta dar con el único lugar del mundo que todavía no le habían puesto nombre, lo que todavía desconocía es que cuando ella llegará, él estaría esperándola para cantarle todas las lunas que pasasen juntos la canción del marinero y cubrir de vaho otros cristales que estaban aguardándoles.

2 comentarios:

  1. Qué bonita historia, inmigrante. Una vez más me encanta leerte y no me cansaré de repetirlo! Se nota que eres una persona que lee un montón!!
    Un abrazo!!
    Por cierto, rompes todo el "romanticismo" creado por la etiqueta "pajas mentales" jajajaja. Me ha hecho mucha gracia! jaja ;)

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  2. Y que nunca me cansaré de decirte que TODO lo que escribes es belleza EN ESTADO PURO.

    Esa pareja se ama. Y se amará siempre...

    Besos.

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