CEBOLLA PICADA

Todavía te hace llorar la cebolla picada, y sigues cortándola totalmente diferente a como te enseñe, claro que tú ya me lo dijiste una vez hay cosas que jamás podremos enseñar por más que nos empeñemos. Mientras te escucho dejo el cuchillo sobre el banco de la cocina, pongo la cebolla a rehogar, y te digo que la cena estará lista en unos veinte minutos si tenemos prisa, sino mejor le dejamos que pasen cuarenta, así quizás le encontremos sabor a la salsa caramelizada que saque de un libro antiguo que se me cayó hoy de la estantería mientras ordenaba otros, hay que ver el polvo que acumulan.

Sirvo dos copas de Champán y te recuerdo lo guapa que estás, mientras todavía no puedo olvidar que estúpido fui hace tantos años atrás, porque te lo tuve que presentar, porque lo tuve que traer aquí, donde ahora estamos tú y yo e invitarle a esa maldita copa de Whisky, no solo se bebió durante un tiempo el maldito Whisky, sino que incluso te folló a escondidas, hasta que llego el día que no podías esconder tanta culpa.

La verdad que no sé qué estás haciendo aquí, no tenías que haber aceptado la invitación o mejor dicho no te tendría que haber invitado, pero hay cosas mal hechas que las seguimos repitiendo una y otra vez, algo así como la cebolla. Ahórrate preguntas de cómo me ha ido la vida estos últimos años que pase sin ti, o si he sabido encontrar sentido a la rutina, mientras me dices que aunque no me lo crea, que jamás volviste a ser tan feliz como lo fuiste conmigo, y que eres consciente de que la cagaste yéndote con él, y yo te pregunto que porque me cuentas esas cosas, que si estamos hoy aquí no es para hablar del pasado, tan poco del futuro porque eso hace mucho que lo hicimos añicos, no supimos manejarlo, nos asustó demasiado tener toda una vida por delante llena de posibilidades, de multitud de opciones, y al final acabamos rindiéndonos, como aquel día que compramos el billete de tren para escapar para siempre empezando por el Transiberiano y al final tan solo acabamos descubriendo Moscú en fotografías ajenas, y postales para el recuerdo. Luego que fue más tarde.... me interrumpes, y continuas mientras cruzas las piernas y dejas al aire una parte de tus muslos a traición, quizás lo único de lo que nos podemos sentir orgullosos, nuestros hijos, aquello fue demasiado maravilloso para aprenderlo a retener para siempre, y crecieron y nos tuvimos que adaptar a sus cambios, a sus miedos, a sus imprudencias, al pánico de todos los días de sentir aunque fuera por un momento que no lo hacíamos bien como padres, a que tú no aprendieras a cortar la cebolla como te decía una y otra vez.

Dices que la cena ha estado deliciosa, que todavía mantengo eso que solo yo sé encontrar dentro de una cocina, y que la salsa caramelizada sería la envidia de muchas recetas, que se está haciendo tarde, que te tienes que ir, que si te puedo pedir un taxi, que no te diga que te quedes... Solo por esta noche, por favor. Porque he venido me preguntas, y yo te respondo porque te he invitado. Dejas el abrigo de vuelta en el perchero, y yo cuelgo a la compañía de taxi. Mañana volveré a intentar de nuevo que aprendas a picar cebolla, las últimas palabras que emergen de tus labios antes de que empecemos a desnudarnos para entrar en la cama, y yo apago las últimas luces.

2 comentarios:

  1. Y al final se queda.

    La cebolla la acabará picando bien, o mejor, o no... A su manera, que no es mala ni buena.

    Me ha gustado ese final. Pero se fue con otro...


    Muaaaak.

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  2. Vamos,como la vida misma,menuda manera de escribir,me gusta...
    Gracias por pasarte por mi blog,pero sobre todo por tus palabras...
    Por cierto la cebolla como se corta mejor?...
    Un super abrazo.

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