LA AZOTEA

Mientras bailas tango en la azotea, e inventas la música que te acompaña a cada paso que das levitando para no tropezarte con el suelo, no vaya a ser que te vayas a caer. No sé si lo ves pero no muy lejos de aquí, a dos sombras en ángulo recto, un par de luciérnagas intentan aprender de ti copiando lo que haces, y lo que no sé es si ellas se preguntaran como yo, como es posible bailar un tango sin pareja, lo cierto que si tuviera buena memoria me gustaría cantarte algunos de los que al menos una vez, breve quizás, gobernaron mi memoria y me acompañaban en las duchas matinales, para empezar la mañana con mejor pie que el día anterior.

He traído dos cervezas pensando que quizás te encontraría aquí, y la verdad que he subido porque aunque me da vergüenza admitirlo de repente tuve un ataque de pánico, es decir sin más, sin motivo aparente me entraron unas ganas de llorar terribles. Como bien sabes, porque muchas veces te lo he contado, no hay cosa que más me aterre que tropezarme y caer de nuevo en el agujero de un viejo pozo que olvidaron enterrar, no por los murciélagos que me pueda encontrar ahí abajo, o la luz de la oscuridad más infinita, sino sentir que tiendo la mano y no hay nadie que me la agarre fuerte y tire de ella hacía fuera de la caverna.

Creo que hoy estoy más melancólico de lo normal, acompañaría gustoso tu baile por la azotea, pero con mi torpeza tan particular no creo que sea el mejor acompañante, además ahora mismo no sé si sería capaz de tenerte tan cerca y no acabar llevándote al borde del precipicio de esa cornisa, corriendo el riesgo de caernos mientras te desnudo con un truco de magia. Así que mejor sigo hablando de estados de ánimo, y vuelvo a recuperar lo que había creído perder hace un momento, porque verte deslizarte por este viejo terrado es más que suficiente para volverme a sentir bien.

La lluvia que acaba de comenzar a caer te sienta mejor que nunca, quizás porque provoca que tu vestido se pegue a tu cuerpo acentuando la sensualidad que desprendes y matizando lentamente la piel que cubre tus pechos, los relieves de mi mayor deseo, las ganas de llevarte hasta el otro extremo del vértigo, rasgar tus vestiduras como si fuera la primera vez, y en esta ocasión sin conejos sacados de la chistera. Por eso creo que hoy agradezco estas gotas y estas ganas de no me importa mojarme más de lo debido, a lo mejor en cierta manera llovió por mi culpa, porque dicen que si deseas una cosa con mucha, mucha, mucha fuerza al final ese deseo se hace realidad.

Aunque soy consciente que en verdad no existes, espero que no te importe continuar bailando para mí, mientras yo abro esta segunda cerveza y me la bebo bajo la lluvia que cubre esta vieja azotea.

2 comentarios:

  1. Cantar tangos bajo el agua fría de una ducha en mitad de un verano de 36 grados.

    Encantada estaría de compartir esas cervezas en la azotea de la que hablas. Aunque de vez en cuando tengo miedo a las alturas... Me quedo con la lluvia que moja su/tu cuerpo.

    Lluvia que a veces envidio porque acaricia la barba de él... y no son mis manos las que la "besan".

    Hoy me parece mejor plan el de azotea que el de cama. Jaja.

    Besos.

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  2. Creo que te podemos acompañar virtualmente y así te acompañamos mientras te tomas la cerveza! un beso!

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