CASITA DE CHOCOLATE

Decías que fuera a la calle a buscarte una casita de chocolate, que tenías antojo, que todavía no conseguías quitarte de la cabeza la historia de Hansel y Gretel. Que fuera un valiente y no me importara el frío que hacía afuera. Aunque en el fondo sabías que lo que más me molestaba, era que me interrumpieras a mitad de la lectura, tuviste suerte que se trataban de poemas que elegía al azar, y no una de esas novelas cuyo cordón umbilical te llevan hasta el vientre de una historia que resulta más entretenida que alguna que otra realidad que se puede observar todas las mañanas en los andenes del metro.

Era en el trayecto de ida cuando me entraban de nuevo las dudas, y creía que la mejor solución era mudarme de planeta, o para no exagerarlo tanto que uno de los dos cambiará de ciudad, siempre podríamos dejarlo todo en manos del azar, cara o cruz, así es como se conjuga en estos tiempos la palabra libertad. No sé exactamente lo que fue, un deseo que solo se podría encontrar en un escenario lleno de pánico, algo que no fui capaz de explicar en esa carta que te envié llena de vergüenza porque lo único que te pude poner fue un lo siento mucho, y como posdata la dirección de la calle donde podrías encontrar la casita de chocolate que tanto anhelabas al menos el día que decidí ir a por ella y nunca más supiste de mí.

No te lo creerías, pero ahora soy un nómada del mundo, en busca de la casita de chocolate perfecta, he cruzado todos los charcos posibles que marcábamos en ese globo terráqueo que adornaba en la esquina del salón, y te sorprendería descubrir sabores de chocolate que jamás hubiéramos imaginado, la delicadeza con que decoran esas casitas, en cuantos lugares insospechados se puede dar con una de ellas, lo sé, lo sé, te encantaría estar aquí conmigo, y a mí en cierta manera que así fuera. Pero un cerrojo se interpuso entre nosotros dos, fractura existencial que tal vez tengamos que esperar a que se cierren los interrogantes, se conviertan en exclamación, para averiguar hasta que altura podremos soportar el echarnos de menos, que pena que ningún manual de los que teníamos a mano en nuestra biblioteca particular nos sirviera para nada.

Quizás, quizás, si hubiéramos tenido memoria de pez lo nuestro hubiera dado con el plan perfecto, porque diseccionar las cosas con lupa al final no conducen a nada bueno, sabes, tengo la sensación que la casita perfecta tiene que tener en vez de chimenea un bastón de chocolate puro. El caso es que cuando de con ella, todavía no sé, no sé a quién debería pertenecer.

5 comentarios:

  1. ...los antojos, es lo que tienen...

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    1. Y más de uno se verá perdido por culpa de los antojos, pero quizás sea esa perdición el camino que buscaba.

      Saludos

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  2. debería de pertenecer a ti... y luego con el tiempo, verás con quién la quieres compartir.
    Besazos!

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    1. Es cierto, hay casitas de chocolate que no se pueden regalar a la ligera....

      Besos

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  3. Acabo de conocer a No me pises que llevo chanclas, justo enseguida. Me gusta tu blog y me quedo ¿puedo? Muy buenos cuentos. Saludos

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