AZARES DE LO DESCONOCIDO

A veces tengo la sensación que vivir en esta ciudad es igual que meterme dentro de un libro de Kafka. Saltar de página en página sin entender nada de lo que ocurre a mi alrededor, igual que cuando decidiste dejarte arrastrar por tus demonios particulares a ese escenario tan frío que te congela todos tus estados de ánimo, y en vez de pedir auxilio, te alejas, te difuminas, te conviertes poco a poco en un espectro, en un fantasma de sábana blanca con dos agujeros a la altura de los ojos.

Lo que desconoces es que llegará un día que no te gustará la idea de hacer de nuevo la colada para una sola persona, ver la película sin tener a nadie con quien compartir la manta, levantarte por las mañanas y no escuchar un buenos días, un desayuno a medias, un abrazo, un beso y saber que quizás hoy te esperen a la salida del trabajo, o con la mesa puesta y una copa de vino para exorcizar los demonios que ahora salan tus heridas.

Quizás cuando despiertes de tu letargo tan particular, decidas que es una estupidez no pedir amparo cuando lo necesitas, y cuando llegue el día en el cual te dejes ayudar, tal vez sea demasiado tarde y ya no esté allí para echarte una mano, para recuperar todo lo que podríamos haber sido y tú no quisiste descubrirlo, y te puedo asegurar que te perdiste algo hermoso, porque había baile para dos en la azotea, eso sí con pasos torpes, paseos bajo la lluvia de abril para rescatar las primaveras que nos dejamos por el camino, arenas de libertad, ciudades inventadas para nosotros dos, juegos de alcoba y miles de lunas por conquistar bajo un cielo estrellado.

Por eso ahora que sé que estoy de vuelta de todo, que ya pise los trozos de cristal que dejó la realidad que se esconde detrás de esta ciudad, que a lo mejor ya no me queda nada por encontrar dentro de estos muros de hormigón, y ahora que no sé dónde estás, es una buena idea que este próximo Sábado coja ese vuelo que me llevará de vuelta por una semana a Valencia, volver a sentir lo bien que me hace recuperar la intimidad de sus bares, el calor y el ruido de sus calles, la magia que se esconde tras Ruzafa, y porque no decirlo, comenzar a buscar a partir del próximo fin de semana en los azares de lo desconocido, quizás allí se encuentre aquello que llevo un tiempo detrás de ello.

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