La sombra de tus ojos, el
maquillaje de tus parpados, tu pelo enrolado a trenzas que te volvían a esos
tiempos donde la adolescencia aullaba sueños y litronas en el parque. Buscando
el primer sexo, las trampas que esconde las caricias. Los viajes a otros
universos, que estaban tan cerca como cruzar de acera.
El color cereza de tus labios,
el esmalte de tus uñas atrapando mi espalda para que no saliera corriendo, las
ganas de recibir un mensaje para quedar a tomar un café juntos, y contarnos las
victorias que nos dé la gana y las que inventemos también. Saber que si algún
día te fueras no sabría qué hacer conmigo. Cubrir tus manos debajo de las mías e
invitarte a la casa del recreo para recrear nuevas primaveras.
Tu piel blanca a sabor de
caramelo, la tristeza en las huellas de tus pasos que veía alejarse. Por eso si
oyes hablar de mí, no te extrañe que cierre las noches en los bares, que quiera
derrumbar todos los muros que se levantaron cuando comenzó tu huída o ese viaje
sin billete de vuelta, dormiré pensando en ti, aunque quizás algunas madrugadas
no vuelva solo. Lo sé, no será justo para esos otros cuerpos, donde tal vez
ayuden a consolar la derrota que dejaste en mi lecho.
Tal vez, quién sabe, algún día
vuelva a enamorarme aunque no sea de ti. Los barcos vuelvan a zarpar, la niebla
de todas las mañanas se disipe gradualmente, vuelva a encontrar buenas noticas
en los bancos del parque, acabe con la manía estúpida de cocinar para uno
mismo, vuelvan a existir dos nombres en el buzón. O a pesar de que no esté bien
visto, me camufle en una calavera pirata, y sin darle demasiada importancia a que
a veces tengamos la sensación que la vida es demasiado difícil, iré a raptarte
si a ti te parecerá bien tenerme de vuelta, porque bendito era levantarse y
encontrar tu olor enredado entre las sabanas.
Saludos y gracias
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