LA SONRISA DE COCAINÓMANO



Os registrasteis en las calles de Dublín, tú buscaste trabajo y acabaste repartiendo cafés en una pequeña cafetería cerca del centro, aunque lo que realmente deseabas era entregar galletas de la suerte y encontrar un sapo que con un beso tuyo se acabase convirtiendo en un apuesto encantador de presentes y futuros inciertos.

Tardasteis varias semanas en encontraros, él fue a pedir un té con rodaja de limón, y expuso los argumentos suficientemente convincentes para acabar ese mismo día a la salida de tu trabajo en una cervecería tomando un par de pintas negras, hablar de esa sensación extraña que es sentirse extranjero, las cosas que siempre se echan de menos de la tierra de uno, nostalgias y recuerdos de la infancia, risas, y cuando menos se daban cuenta sus manos se estrechaban y claudicaban en besos que les llevaron a pasar juntos la primera de muchas noches.

El mundo creemos que a veces se acaba cuando tenemos la amarga sensación y culpabilidad de saber que no podemos solucionar el hambre en el mundo, o cuando se marcha esa persona que lo era todo para ti, un día de repente tu mundo se despierta lleno de cenizas del volcán que se ha puesto en erupción y la tierra se abre bajo tus pies y no sabes que hacer. Él tuvo que volver a la península, y aunque os prometisteis poner un bote salvavidas de por medio para sobrellevar la distancia, muy pronto, demasiado pronto se desinfló y se quedó sin aire.

Meses más tarde fuiste de visita a la península, Dublín te cansaba pero resistías, y sabías que ese tiempo te vendría muy bien para recuperar parte del oxigeno perdido, y esos días pasaron demasiado rápido, extraños en una manera difícil de explicar y llenos de viejos recuerdos, mucho cariño recibido por parte de familiares y amigos, hasta que llegó un día que mientras ibas por la calle te dio la sensación de reconocer por un momento un viejo rostro que ya no tenía nada que ver con el que habías conocido, y entonces descubriste que hay sonrisas de cocainómano que valen por mil versos tristes, seguro que ambos quisisteis deciros algo, pero nadie salto el muro del silencio, tú seguiste tu camino con goteras en los ojos, él se quedó hasta que te perdiste más allá de los límites de su mirada con aquella sonrisa de cocainómano.

Saludos y gracias  

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