LA CHICA CON PISTOLA EN EL BOLSO



Supongo que ese día la lluvia dolía, como tantas otras cosas, no te extrañé como se extrañan las cosas que todavía no tenemos, estabas tú primero sentada en la barra de aquel bar o era yo, que importa, alguien cantaba en directo, pero si tenía que elegir esa noche, elegí tu perfume como quien manda un mensaje por error y luego se arrepiente. Eso me ha pasado tantas veces. Fallos en la traducción la justificación.

Toda la noche estuviste hablándome de una película que yo conocía como “Dirty Dancing”, y que si tuvieras que elegir un momento todavía no vivido en esta vida, sería algo así, que un chico te enseñara a bailar sobre un tronco que hiciera de puente por encima de un rio, pero que tú seguramente perderías el equilibrio y te caerías.

No sé porque, pero te hablé de Australia y el documental que vi el otro día sobre Koalas, y que me gustaría tener uno de esos como mascota, caprichos estúpidos producidos por esta sociedad de consumo, aunque la verdad era que quería preguntarte porque llevabas un revolver en el bolso.

Salimos afuera, querías cambiar de lugar, emborracharme, decías que te gustaba emborrachar a extraños, y yo pensaba porque no jugamos a la ruleta rusa y si seguimos vivos hacemos el amor en un hotel que esté abierto para dos extraños como nosotros, afuera había un perro abandonado, de mirada triste, calado hasta los huesos, con miedo en esos ojos que decían tanto, me subiste en un taxi para cambiar de lugar, allí me acurruque a tu hombro, se me cerraron los ojos, y recuerdo que deje caer la mano lentamente sobre tu pierna de medias negras, me la quitaste delicadamente, sonó un bip bip de mensaje de móvil, no era el mío, cuando abrí los ojos ya no estabas ahí, dentro del coche, en lo primero que pensé era en ese pobre perro abandonado y porque lo habíamos dejado ahí.

Saludos y gracias

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