Quería pasar del estar feliz a
serlo. Pero entonces apareció el deseo nublando el ahora porque en su manual de instrucciones el imperativo
tan solo hablaba de un mañana. Lo que sucedió fue que el deseo frustrado se
transformó en ira y está en plena ebullición enervante e incontrolable desató
monstruos ocultos bajo los océanos durante miles de años y otros halados que
despertaron de su letargo ocultos en cuevas de montañas cuyas cimas son
desconocidas. Al final del camino la ira acabo encontrándose con el orgullo y
este intolerable e irrespetuoso creyó poder domesticarlo todo a su antojo y
convertirse en domador de bichos que en los libros aparecían bajo la
denominación de legendarios. Ante tal fracaso apareció la pena que se desbordó
como un río en plena inundación que conllevó que para sobrevivir como un
naufrago perdido en alta mar apareciese el caparazón de la apatía encerrándolo
en un mundo lleno de sombras y oscuridad que produjo que olvidase que un día
quiso dejar de estar feliz para serlo.
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