CHARCOS DE LLUVIA



Viniste corriendo, con tu vestidito de flores que te había planchado el día anterior tu madre, traías una piruleta que jugaba con tu mano y tu boca, todavía estabas aprendiendo a comunicarte y las palabras te salían torpes, divertidas, tenías aquellos hoyuelos, y esas piernas tan redonditas, que cuando me dijiste así con un gesto serio y enfurruñado que por favor señor haz algo y pare la lluvia que me está molestando. Te quise abrazar y apretujarte contra mi pecho. Pero no, no podía, porque nunca he querido ser tu padre. Por eso tuve que huir por donde había vuelto, por aquel charco de lluvia.

Tus padres habían salido de casa a pasar el fin de semana a las montañas, te habían dejado a solas y me habías invitado a escondidas con la excusa de que te ayudase a estudiar el examen de ciencias que teníamos al lunes siguiente, acepté encantado. Hicimos trampas, porque aunque todavía nos faltaban dos años para tener la edad adecuada para poder comprar alcohol y votar a algún partido que nos fastidiase el futuro, sacaste clandestinamente unas litronas, unos refrescos, y algún que otro vino barato de envase de cartón. Bebimos, fumamos, nos reímos, hasta que llegó un momento que me preguntaste: ¿Alguna vez alguien te ha masturbado? y yo intimidado, con sinceridad temblorosa te respondí que no. Entonces me ofreciste a cambio de ser tú la primera en hacerlo, que por favor que parase la lluvia que estabas cansada de no poder ver salir el sol desde que eras una niña. Todavía no sé porque hice lo que hice, tal vez movido por un impulso inexplicable salí afuera y huí por donde había vuelto, por aquel charco de lluvia.

Ahora que nos hemos vuelto unos escépticos, que desgraciadamente tuviste que vivir la amarga experiencia de enterrar a uno de tus padres, que hemos perdido el interés en utilizar el derecho a votar porque nos hemos dado cuenta que cualquiera que salga elegido nos mentirá por igual, y creará la misma farsa que más a menudo de lo que nos gustaría nos cansa, y nos agota, volviéndonos extraños en un tren, en una calle, en una ciudad, en un mundo raro y singular del cual todavía cuando nos lo fumamos creemos que hay una opción de que llegue un día que todo sea diferente, sea mejor, y me dices: me suenas pero no sé de qué, como si nos hubiésemos encontrado en otras vidas, a lo que añades me gustaría llevarte a la cama, pero antes de eso que consiga parar la lluvia que siempre desde que fuiste una niña todavía nadie fue capaz de ayudarte a cumplir tu deseo, y no sé cómo explicarte que si lo hago, si lo consigo, desapareceré para siempre, nunca podré volver para verte de nuevo y recordar porque únicamente he estado charcos enteros enamorado de ti.

Saludos y gracias  

No hay comentarios:

Publicar un comentario