Hay carmín ciego como restos
de una sobremesa donde una copulación al otro lado del Edén queda pendiente
colgada en los hilos que sostienen al aire, si levantaba los ojos de la taza,
del plato, de la copa, para mirarte, los cerraba para que nada doliese. Tú
jugando a ser más inteligente que él le sonreías, le acariciabas con el carmín
y su vientre estaba más domesticado a sobrevivir en base de lo que tú
decidieses, le susurrabas para barrer dudas: "Nadie ha llegado a verme
como tú lo haces cuando cierras los ojos para verme. Eso me gusta"
A partir de ahí solo tenías que abrir la mano, cada
vez qué.... Lo sabías. Daba igual si era o no consciente de ello, de si tú
andas zigzagueando como una serpiente él va detrás de tus huellas de cascabel
haciendo eses y piruetas. Torpes, pero piruetas al fin y al cabo.
Todas las noches que espera al
otro lado de la cama a que vayas a fantasear con su felicidad, lo hace
esnifando tu carmín ciego y bebiendo por la falta de tus huesos y de tu
cordura.
saludos y gracias
No hay comentarios:
Publicar un comentario