Me acuerdo cuando te miraba sin
decirte nada, tan solo eso, observarte de la misma manera quien lo hace buscando
belleza detrás de algunas fotografías que recuerdan algo que ahora es un
nubarrón y marcas de dedos gastados de tanto trabajar a cambio de nada. Y tú en
vez de levantar la cabeza y sonreírme de esa manera que notase que estaba
descalzándose "la vie en rose", todo lo contrario te languidecías. Eso
me ponía tan jodidamente triste, que para no acabar escribiendo corazones rotos
en todos los muros que me encontraba por el camino decidía jugar mi último as
guardado en la manga, y me iba a beber allí donde estaba mi primo ese que te
contaba que tenía los dientes rotos de tanto correr delante de los policías
para no acabar más de la cuenta acurrucado en callejones sin salida como gatos
heridos por culpa de las porras y las botas con pendientes de acero. Siempre lo
mismo, hablaba de comprarse una casa con jardín para construir un patíbulo,
escogía no darle más importancia de la que él ya le daba y por eso el resto del
tiempo lo pasábamos poniéndole cascabeles a la vida.
Saludos y gracias
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