"Hay niños que no saben
que hay pájaros que se encierran en jaulas". Lo dice sin haberse quitado
el sombrero al entrar, sentado delante de un bote de kétchup y otro de mostaza
mientras lee la carta sin tener muy claro lo que pedir.
- ¿Pagarías dinero por pasar
una noche con una niña de 18 años?
- Si te dijera que sí
pensarías que soy un enfermo- Le respondo.
Había empezado a estudiar una
carrera en la universidad, no me acuerdo cual era, pero eso nunca fue
importante. Nunca me hizo falta pagarle nada, más allá de cuando le invitaba a
cenar, o algún que otro viaje que hicimos, fueron unos meses, lo pasamos muy
bien. Me hizo volver a sentirme vivo, joven, hasta que un día la cagué. Fueron
después de dos botellas de vino, no sé lo que me pasó, si me subieron de más o
me sentaron mal, pero desnudos como estábamos en la habitación de un hotel en
uno de esos viajes que te he dicho que de vez en cuando hacíamos se metió
dentro de mí la melancolía barata y le dije: "Esos que anuncian que te dan
un préstamo para que cumplas tus sueños, en verdad lo único que acaban haciendo
es que los niños acaben descubriendo que hay pájaros que viven toda una vida
encerrados en jaulas hasta que mueren de tristeza y todavía peor, cuando se
hagan adultos les acabaran quitando todo aquello que les pertenece aunque
quizás ni lleguen a saber que les pertenecía algo".
Ya ves, y ese fue solo el
principio del paisaje de mierda que le mostré con mis malditas palabras, nunca
lo debí de hacer, se asustó, no le gustó. Cuando volvimos del viaje y la dejé
en su casa nunca más quiso saber de mí, no la culpo, ahora lo sé, jamás le tuve
que decir lo que le dije de esa forma, quien soy yo para hablarle como le
hablé, con esa prepotencia que escupe el maldito cansancio acumulado por las
cosas que no salen como uno quiere. Cuando quizás ella podía haber sido una de
las pocas afortunadas que en toda una vida no tiene porque sufrir como lo hemos
hecho algunos.
Saludos y gracias
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