PACTANDO CON EL DOLOR


El dolor no llama a tu puerta y te pregunta si puede entrar, no el dolor entra sin más. No necesita tu permiso, es impertinente, egocéntrico y un maldito hijo de puta. Se te mete en lo más dentro del alma hasta que te asfixia sin más, disfruta observando como sufres y como las pasas putas, y se ríe de ti cuando observa como inevitablemente te esta ganando la batalla, te esta hundiendo más y más.


Así que con el tiempo la mejor solución que he encontrado para el dolor cuando miserablemente se te cuela por debajo de la puerta es llegar a un pacto con él. Le das veinticuatro horas para que haga lo que tenga que hacer, incluso hasta removerte las entrañas lo más profundo posible. Tan solo le regalas veinticuatro horas, y luego que se vaya. Aunque quizás el problema siga ahí, inerte como una roca, al menos ahora no dejarás y permitirás que te destruya.





1 comentario:

  1. Por eso es necesario que antes de partirnos el alma en suplicas vanas nos de el coraje de morir en la rueda.

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