Se sentía como una puta, utilizada, manipulada. No porque no le gustara con quien follaba o dejaba de follar.
Se sentía como una puta en el trabajo, bajo el yugo mandatario de su jefe, bajo el infernal juego que él ponía sobre la mesa, sus malditas reglas, decía cada vez que la veía.
No era queja, era el grito interior que guardaba dentro.
Se sentía como una puta porque aunque la gente hablara a su alrededor y hubiera ruido, parecía una sintonía macabra del silencio. Unas notas maquiavélicas, que daban paso a otras que como puñales le rasgaban todo el alma y le hacían sangrar por los ojos. En su soledad infinita.
Se sentía como una puta porque no se sentía comprendida, que nadie le escuchaba, más bien se sentía utilizada, manipulada. Estoy probando la peor medicina que se puede probar, la del egoísmo de la gente. Me decía mientras apagaba un cigarro y volvía a encenderse otro.
Se sentía como una puta porque casi seis meses después de relación, sentía que la trataba como su amante, no como algo más. Duele, sabes duele, porque aunque nunca se lo he dicho, le quiero. Y no hay nada peor que querer a una persona y sentirte que te trata como a una más, como a una cualquiera.
Se sentía como una puta porque lo único que estaba haciendo era gritar por todos los poros de su piel que no quería estar sola este, ese fin de semana. Que necesitaba de su compañía.
No, no puedo pedírselo, se tiene que dar cuenta él. Que no estoy pasando por un buen momento, que no es fácil arrastrar contigo la impotencia de no sentirte perfectamente útil porque tu cuerpo ha decidido pactar con el dolor en forma de pus.
Se sentía como una puta porque es difícil vivir con un contrato temporal que te arrastra continuamente al borde de un precipicio. ¿Y que comeré mañana? ¿De donde sacaré el dinero? Si no me está permitido ponerme enferma porque sino no gano plata.
Se sentía como una puta porque igual que ellas, trabajaba por servicio hecho, sin derechos a nada, más los que dejarse penetrar sin rechistar.
Se sentía como una puta porque él no le ayudaba a sentirse diferente, a sentirse como deberían sentirse todas las personas, importantes.
Se sentía como una puta porque en definitiva él no estaba disponible cuando más falta le hacía a ella, para hacer esas pequeñas cosas que nos hacen olvidar todos los fantasmas que acorralan al día a día. Una película, cocinar algo juntos, unas risas, unas miradas, unas caricias, un abrazo, dos, tres.... infinitos abrazos. En definitiva estar juntos no como amantes, sino como algo más. Ese algo más que a veces ella tenía la sensación que él olvidaba.
Se sentía como una puta en el trabajo, bajo el yugo mandatario de su jefe, bajo el infernal juego que él ponía sobre la mesa, sus malditas reglas, decía cada vez que la veía.
No era queja, era el grito interior que guardaba dentro.
Se sentía como una puta porque aunque la gente hablara a su alrededor y hubiera ruido, parecía una sintonía macabra del silencio. Unas notas maquiavélicas, que daban paso a otras que como puñales le rasgaban todo el alma y le hacían sangrar por los ojos. En su soledad infinita.
Se sentía como una puta porque no se sentía comprendida, que nadie le escuchaba, más bien se sentía utilizada, manipulada. Estoy probando la peor medicina que se puede probar, la del egoísmo de la gente. Me decía mientras apagaba un cigarro y volvía a encenderse otro.
Se sentía como una puta porque casi seis meses después de relación, sentía que la trataba como su amante, no como algo más. Duele, sabes duele, porque aunque nunca se lo he dicho, le quiero. Y no hay nada peor que querer a una persona y sentirte que te trata como a una más, como a una cualquiera.
Se sentía como una puta porque lo único que estaba haciendo era gritar por todos los poros de su piel que no quería estar sola este, ese fin de semana. Que necesitaba de su compañía.
No, no puedo pedírselo, se tiene que dar cuenta él. Que no estoy pasando por un buen momento, que no es fácil arrastrar contigo la impotencia de no sentirte perfectamente útil porque tu cuerpo ha decidido pactar con el dolor en forma de pus.
Se sentía como una puta porque es difícil vivir con un contrato temporal que te arrastra continuamente al borde de un precipicio. ¿Y que comeré mañana? ¿De donde sacaré el dinero? Si no me está permitido ponerme enferma porque sino no gano plata.
Se sentía como una puta porque igual que ellas, trabajaba por servicio hecho, sin derechos a nada, más los que dejarse penetrar sin rechistar.
Se sentía como una puta porque él no le ayudaba a sentirse diferente, a sentirse como deberían sentirse todas las personas, importantes.
Se sentía como una puta porque en definitiva él no estaba disponible cuando más falta le hacía a ella, para hacer esas pequeñas cosas que nos hacen olvidar todos los fantasmas que acorralan al día a día. Una película, cocinar algo juntos, unas risas, unas miradas, unas caricias, un abrazo, dos, tres.... infinitos abrazos. En definitiva estar juntos no como amantes, sino como algo más. Ese algo más que a veces ella tenía la sensación que él olvidaba.
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