GRABANDO



Grabo mi voz, y luego no la escucho. Le doy al Rec. y digo lo que llevo dentro, y luego no lo escucho, no puedo. Quito el micro, lo desenchufo, lo doy por acabado, por hoy es suficiente, mañana más, me digo a mí mismo. Y un algo me incita a que reproduzca lo que he grabado hoy, y en anteriores ocasiones, en que me psicoanalice, en que observe desde la distancia mi propio yo, pero no puedo. Me da miedo. O mejor dicho me da vergüenza.

Entonces aparece ella, con sus alas de papel de fumar, y su varita mágica, es un hada, pequeñita, muy pequeñita, se queda en el alfeizar de la ventana, como si fuera una mariposa, y me mira, sin juzgarme, sin decirme nada, simplemente se queda mirándome, y al tiempo, después de un tiempo largo, canta algo, entre silbidos, una melodía que estremece mi piel, y hace que algo recorra por dentro mi cuerpo haciendo que me sienta muy bien. Entonces cierro los ojos, caigo en un sueño profundo y ella a la mañana siguiente ya no está.

Todos los días es lo mismo, enchufo el micro, pulso la tecla Rec. y comienzo a grabarme, con pausas, con tiempos muertos, para ir al baño, para comer algo, para reflexionar que decir cuando retome la grabación. A veces resulta más fácil que en otras ocasiones, que decir que contar, sobre que hablar, hay tantos temas..... tantas historias por engendrar..... pero otras resulta que se crean silencios incómodos, repeticiones inoportunas, frases mal estructuradas, verbos mal conjugados, palabras que no deberían estar ahí, sino allí, y es entonces en esos momentos cuando quisiera poner pausa, rebobinar hacia atrás y escuchar mis errores para corregirlos, para limar los defectos, pero entonces llega el bloqueo, el maldito bloqueo, y no puedo, no puedo escuchar mi propia voz.

Ella también viene todas las noches, cuando ya he acabado de grabar y me encuentro en la cama en busca de un sueño profundo, relajado, que me ayude a terminar en paz el día. Y siempre está allí, en el mismo sitio, en el alfeizar de la ventana, y siempre mirándome, sin decir nada, en silencio, con una mirada profunda, unos ojos que a pesar de lo limitado de su tamaño se te clavan en el alma, como si te estuvieran haciendo un análisis exhaustivo de tu yo interior. Al rato, al rato canta una melodía que jamás había escuchado antes, que jamás nadie entre los mortales, había reproducido jamás, y yo me pregunto entre otras tantas preguntas que le haría a ella, a la hada con sus alas de papel de fumar, ¿Las hadas sois inmortales o también morís como nosotros los mortales? Pero no sé la hago, igual que ninguna otra.

Hasta que llego el día que cambio por completo el curso de mi monotonía constante, el ritmo de una vida que yo mismo me había instaurado de tal manera que en cierto sentido me había auto encarcelado a través de mis grabaciones, a través del silencio y el abandono que les había dado a mis palabras, a mis pensamientos, encerrados en pequeñas cintas, que una vez acababan allí, tras el proceso de Rec., grabo, hablo, digo, pienso, Stop, guardo la cinta en un cajón, la archivo bajo la tutela de un nombre, un número, no volvían a ver la luz, no volvían a la superficie, porque sin ser consciente del todo las estaba encerrando bajo llave.

Hasta que llego la noche en la cual, después de terminar como siempre mi jornada de grabación, apareció ella, el hada con alas de papel de fumar, una vez más, ya eran tantas veces los encuentros, que había perdido la cuenta de los días, se había convertido su visita en algo tan natural, que deje de contar los días. Pero aquel día todo cambio, después de cantar su melodía entre silbidos, habló por primera y única vez, habló, le pregunte, puso una sonrisa, hizo un movimiento con su varita mágica, dibujando algo en el aire y acompañando cada trazo de unos polvitos mágicos, o al menos eso pienso que se trataban, y al finalizar, me hizo una pequeña reverencia, aleteo sus alas de papel de fumar y se marcho para siempre, para siempre de los jamases. Y a partir de ese día ya nada volvió a ser igual, incluso el sol a la mañana siguiente era diferente, incluso me pareció sentir a un segundo sol o algo parecido, quizás esto sea alejarse de la realidad, pero esa fue mi percepción. ¿Qué que me dijo el hada con alas de papel de fumar? Lo que tenía que haberme dicho a mí mismo hace mucho tiempo.

- Sé que te resulta difícil escuchar tu propia voz, pero no sigas cometiendo el error que otros no puedan escucharla, tú no tienes porque escucharte nunca, pero no permitas que otros no puedan, por ti, y por ellos, necesitas ser escuchado. Pruébalo alguna vez y entenderás porque te lo digo.

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