LA CUBERTERÍA

Entró por la puerta como si no pasará nada, él la recibió en la entrada y ella intentó decir algo para disculparse, pero él con un gesto le pidió por favor que no dijera nada, que no era necesario, se sentaron en la mesa, la cena hacía rato que estaba preparada, se sirvieron vino, brindaron en silencio, él le cogió la mano, le puso la mejor sonrisa de las que tenía disponibles en ese momento, estuvo a punto de decirle algo, pero al final se resignó a ello, se quedó mirándola fijamente, expresando en ese silencio todo a lo que no era capaz de ponerle palabras, después de un rato se le calló una lagrima, terminando su recorrido en la cubertería que hoy tenía pensado estrenar para ella, le soltó la mano, agarró el tenedor dispuesto a pinchar un trozo de carne y llevárselo a la boca para saborear la nueva salsa de nata que había innovado, pero antes de que terminara ese proceso, dejó el tenedor apoyado en el plato, se levantó, le dio un beso en la frente con todo el cariño que le quedaba, y sin decir palabra, cogió su cartera, las llaves, el abrigo y se marchó para siempre, afuera hacía la mejor noche del año.

1 comentario:

  1. Qué bien escribes, Inmigrante...
    Ya sabes, si está escrito que os volváis a encontrar, os encontrareis... Mientras, el vaso medio lleno :)
    Un abrazo

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