DESAHUCIO

Siempre te despertaba los viernes por la mañana para hacerte el amor, te acuerdas, al final se convirtió en una costumbre, y tú me decías que no te importaba porque era una idea genial para empezar el último día de la semana. El fin de semana no contaba.

Aún recuerdo al niño del segundo que le encantaba estrellar aviones, decía que lo había visto por la tele y que le había parecido divertido, con la diferencia que los suyos eran de papel y no molestaban con su ruido ensordecedor.

O al viejo de al lado del rellano con sus problemas de antena, siempre me llamaba para que le ayudara a sintonizar el partido de los sábados, decía que veía el futbol porque era el mejor somnífero contra la realidad. Siempre pensando que era el típico viejo gruñón viudo que te toca compartir edificio con él, hasta que un día descubrimos que todavía escribía cartas de amor a su mujer, y fue él el que nos hablo por primera vez de un buzón que llega hasta universos infinitos. Pero que era un secreto, y todavía me acuerdo como un día bañados en vino y dentro de la bañera te dije que espero que llegue un día que te pueda querer tanto como él le sigue queriendo a ella.

Qué me dices del mago del piso de arriba, siempre en paro, y vendiendo sueños gratis por las aceras, y los rincones del viejo barrio, y como nos decía no es productivo regalar ilusiones, levantar el ánimo de las personas, por eso no tengo trabajo y este mundo anda atropellado. Nos encantaba subir al terrado con él, descorchar la vida en botellas de vino y fumarnos el cannabis que nos hacía sentirnos vírgenes en un viaje sideral, allí todo era perfecto, algo así como un mundo al revés sacado de viejos poemas y antiguos discos de vinilo que teníamos escondidos entre las estanterías de nuestra pequeña librería.

Los demás eran como puntos suspensivos, lo único que percibía de ellos es que estaban y que sabían mucho del tiempo, de otras cosas lo desconocía, pero en cuestión de clima... Incluso había días que te llegaba a decir, ya sé quien manipula al mal tiempo, y tú me ponías esa sonrisa que provocaba que dejara las bolsas de la compra en el recibidor, sin importarnos su desorden y comenzara a desabrocharte los botones de mi vieja camisa que llevabas puesta empezando por arriba.

Como olvidar ese terrible día que llegaron con su catalogo de crisis, intentando que entendiéramos que nos tenían que desahuciar, que en esta vida hay perdedores y nosotros formábamos parte de ese cuadrante, me entraron unas ganas de escupirles en sus malditos papeles y mandarles a tomar por culo, pero sus malditas porras me lo impidieron.

Ahora hemos aprendido a ir por las plazas regalando sueños gratis, ilusión, y algún que otro truco de magia que le robamos a nuestro mago favorito, aunque no puedo dejar de olvidar las noches que nos vemos obligados a encerrarnos en los cajeros para que el frío no agrande la herida, aquel niño con sus aviones de papel y a cuantos lugares te llevaría con tal de encontrar un lugar mejor que este.

3 comentarios:

  1. qué gran historia!!! qué bien escribes!!! un beso y buen viernes!!! :-)

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  2. Me gusta tanto leerte...
    Hoy has hecho que mis ojos se humedecieran.
    Tu sitio es un buen rincón donde resguardarse.
    Gracias!!!
    UN BESAZO, :-)

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  3. Que bien escrita la historia, asi tambien triste.Un abrazo

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