Hoy han llovido plátanos, ha
sido una ocasión especial, chocaban contra las tejas de los tejados, y algunos
se colaban directamente por las chimeneas, y las señoritas con paraguas jugaban
a ver cuántos cazaban, cuanto patrimonio ostentaban al final de la batida, y había
quedada general para hacer confitura de banana, y magdalenas con ese toque tan
tropical, y hay quien ha apostado más alto, y se ha confesado capaz de si había
un acto de caridad por cada aquel que había cogido más de media docena, hacer
vino pisando el plátano y que si sale bueno se adelantarían las fiestas de este
año.
No solo hicieron mermelada,
zumo, con el resultado de la materia prima que había desatado esa lluvia tan
singular, que incluso ya le habían colocado un día especial en el calendario
como celebración anual, algo así como el mismo poder que se le otorga a los
santorales más codiciosos e importantes, es más, se hicieron pasteles, sopas,
papillas para los más pequeños, carnes y pescados agridulces mezclados con el
sabor bananero, y como no solo cayeron del cielo los plátanos a los cuales
estamos acostumbrados a ver en los puestos de las fruterías, también hubieron
lo que se les llamo mini bananas del tamaño de un bolígrafo, y con ellos los
niños se dedicaron a hacer pulseras, collares, con los cuales agasajaban
alegremente a sus madres, tías, y en algunos casos los más valientes y menos
cohibidos iniciaban el primer paso del famoso ritual, que hay que danzar cuando
te gusta esa chica que no te deja atender a las explicaciones geográficas de la
profesora, porque no puedes dejar de verla e imaginar que al salir de clase se
deja agarrar la mano, y el juego de la pelota queda aplazado por fuerza mayor.
Los daños provocados por aquel bendito
apocalipsis fue lo de menos, la causa principal de ello fue la modificación del
comportamiento que sufrieron los habitantes de aquel lugar, dejaron sus trajes
serios y formales de los domingos, llenos de tonos grises y negros, a cambio de
colores más alegres, donde particularmente se respiraba gualda, incluso ellas
habían roto la pana gastando escotes ostentosos que se creían anclados a una
jubilación injustificada, e incluso había quien se atrevía hasta enseñar el
ombligo, y la mayoría de faldas habían ajustado su tamaño quedándose todas
ellas por encima de la rodilla, y ellos gastaban camisas estampadas, con el
atrevimiento lujurioso de mantener desabrochados los dos últimos botones, y
llevar los pantalones sin perneras, aquello produjo calores entre las señoras y
señoritas que hacía tiempo que no tenían, y no hacían más que darle movimiento
de muñeca al abanico para retirar ese sofoco tan motivador, y a ellos siempre
se les veía con una sonrisa y cuchicheando por lo bajini sobre las carnes
carnales que ahora mostraban ellas y que les había hecho volver a recuperar ese
mundo mágico llamado fantasía.
A todos estos acontecimientos
que se sucedieron muy rápido, y con multitud de cambios sociales, domésticos,
cotidianos, tan solo hubo una voz que se oponía y contradecía todo lo que
estaba sucediendo, e incluso se atrevía a maldecir la lluvia de plátanos, no
era nada menos que el alcalde del pueblo, que tan solo contaba con el apoyo de
sus cuatro o cinco secuaces más cercanos que incluso le mostraban lealtad a
regañadientes, y mantenía el discurso conservador de que había que volver y
restaurar lo que ya estaba establecido, que los cambios nunca traen nada bueno.
Así que para remediar ese grano en el culo se decidió por clamor popular
cesarlo y él mismo a continuación se auto desterró entre agravios e injurias
nada propios de alguien del cargo que llegó a ostentar, y desde entonces se
decidió crear un sistema asambleario, nunca más habría ni alcaldes, ni
concejales, y para el sistema empresarial se llevo a cabo un modelo basado en
el ejemplo de las cooperativas, incluso una de las cosas más llamativa que
sucedieron desde entonces fue que en la misa del domingo, el cura había dejado las
lecturas del antiguo y nuevo testamento cogiendo polvo, a cambio de la lectura
de un poema que había creado en honor al bendito día que se produjo la lluvia
de plátanos, y desde entonces el pueblo no hizo más que prosperar y avanzar hacia
adelante, y se convirtió en la envidia de los alrededores, que hasta las malas
lenguas decían que aquello era una republica bananera sin ton ni son, no eran conscientes de lo que se
estaban perdiendo...
Saludos y gracias
Brillante. Diría que este país necesita con urgencia una de esas lluvias de bananas, pero no querría ser tan banal. Tal obviedad no haría justicia al relato.
ResponderEliminar¿Sabes? creo que cada día escribes mejor.
ResponderEliminarAquí, para que espabilásemos deberían llover melones o sandias, que son más gordas.
dime, ¿podrías leerme ese poema que leyó el párroco?
muy bueno, que coño, ¡brillante!
Claro, sería un placer leerte ese poema, incluso es más creo que sería capaz hasta de recitarlo:)
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