La llamaban Tango, desde
pequeña sus padres le pusieron ese nombre, y cuando fue consciente y con
autoridad propia de que tenía la capacidad de si quería ir a un registro de
nombres y cambiárselo, decidió que era una estupidez, que no tenía ningún
sentido, no es la única imposición que arrastramos sin haber tenido opción de
decir sí o no, además, que demonios, el nombre no le hacía ningún mal e incluso
le resultaba más agradable que desagradable.
La primera vez que fui a
visitarla a su casa, vivía en un viejo edificio de un viejo barrio de copas, no
había ascensor, y el portal olía a los orines que dejaban los borrachos de la
noche anterior, que se habían pasado de más pensando que el alcohol es posible
controlarlo, la pintura de las paredes estaba deteriorada, y seguramente con
mejor perspectiva y adueñándose de no mucha imaginación, sería el escenario
perfecto para una película de zombies, con vecinos histéricos porque una niña
giraba la cabeza y estaba contaminada de algo que había traído el demonio desde
el cielo que invadió en una guerra que no atesoramos en nuestra memoria.
Y después de subir cuatro pisos
que se me hicieron eternos, y me recordaron que ya era hora de ir pensando muy
seriamente lo de dejar de fumar, me abrió la puerta Tango, llevaba el pelo
recogido, una camisa vieja, usada, descolorida, con manchas de pintura, y unas
piernas preciosas, y por un momento mi mente me jugó una mala pasada pensando
si llevaría o no puestas unas braguitas blancas, aquel piso no tenía nada que
ver con lo que acababa de ver y escalar durante cuatro alturas, te sentías bien
allí, como si te plantearas si tuviera que elegir mi lugar en el mundo, este
podría ser uno de ellos, Tango me contó que todo se lo había hecho ella poco a
poco, y la verdad que tenía muy buen gusto, se notaba que ahí era feliz, no era
muy grande, escasamente unos 60 metros cuadrados, un cuarto para dormir, un
salón con cocina americana de esas que cada vez se llevaban más para ganar
espacios, y un cuarto de baño, suficiente, para que quiero más, me decía.
Al final con el tiempo, acabe
viviendo allí con ella, me mude una tarde de otoño, nos ayudaron un par de
amigos que luego invitamos a cenar, y entre risas, les conté mi absurdo miedo
de que en este edificio un día de estos se produjera un apocalipsis zombi, y
Tango rio como siempre que soltaba algunas de mis pajas mentales, y me decía mi
vida sería muy aburrida si no te pudiera escuchar tus fantasías, allí pasábamos
los inviernos arropados en el sofá bajo el calor de una manta, y veíamos todo
tipo de películas, de todos los géneros posibles, excepto de muertos vivientes
no vaya a ser que estuviéramos invocando alguna especie de mal presagio, que si
se tenía que gestar algo, seguro que este lugar era el epicentro, y los veranos
calurosos, que íbamos justos de pasta y no nos podíamos ir muy lejos en
vacaciones, era entonces cuando decidíamos que si alguna vez nos mudábamos que
sería a Barcelona, que allí seguro que no hace tanto calor como aquí en el sur,
fue en aquel mismo lugar cuando le dije que algún día me gustaría explicar la historia
de Corinto en Budapest, y ella me miraba muy seria y me comentaba tú no tienes
ni idea de Corinto, y por lo visto todavía menos de Budapest, luego nos besábamos,
porque nos encantaba ver como el mundo se paraba y esperaba a que bajáramos
cuando quisiéramos.
Quizás ahora estéis esperando cual fue el
final de esta historia, el clímax de una interrupción dramática y epopeya de la
realidad que nos dicen que vivimos, pero nada de eso, simplemente estoy en una
terraza tomándome una cerveza, mientras espero que venga Tango, y como supongo
que una vez más llegará con retraso, esta vez, me ha dado, mientras hago
tiempo, escribir parte de nuestra historia, y descubrir las cosas curiosas que
se quedan en nuestra memoria, además si hemos sobrevivido juntos a una supuesta
masacre zombie, no creo que haya nada que nos pueda separar, incluso es más
desde hace poco tiempo tenemos dos Gnomos como mascotas, que nos cuentan
historias que ni os podríais imaginar, y eso sí, cuando hace este calor
insoportable todavía seguimos pensando que sería una buena idea dejar este piso
y mudarnos a la ciudad Condal, pero luego llega el otoño y la idea una vez más
se difumina, os dejo que Tango ya la veo a lo lejos que está llegando, siempre
igual de guapa.
Saludos y gracias
UN FINAL FELIZ!!!
ResponderEliminarMe encanto
Un abrazo
Gracias:) De vez en cuando, viene bien un final feliz, últimamente se les echa de menos en el día a día.
EliminarUn abrazo
Déjese usted de finales felices. Pero sobre todo, nunca siga mis consejos. :-)
ResponderEliminar