Hay un hombre desnudo en el
sofá con las piernas cruzadas. Cambia de canal con el mando a distancia, ya no
cree en las hadas, por eso elige un monstruo de 27 pies de largo que destroza
una ciudad en blanco y negro. Contempla desde la ventana como el asfalto ha
quebrado en dos el cielo, obligando a las estrellas a emigrar a otro lugar, y
mide la distancia que queda para alcanzar otro planeta y provocar que le
crezcan bloques de hormigón.
Se pone el delantal para que
no le salte el aceite encima, la yema del huevo sale roja, y la clara negra,
alguien dibuja círculos de rabia al otro lado de la ventana, una manada de
cuervos graznan hasta crear cicatrices en los parabrisas de los coches que
están aparcados en batería. Una pelota de fuego se estrella contra el puesto de
verduras y frutas que ha dejado el tendero en la calle, la manada escampa, las
alarmas de los autos irritan al silencio, los niños salen corriendo.
Deja el cubremanteles sobre
una parte de la mesa, la más cercana a la puerta de la cocina, discute consigo
mismo hasta que decide darle a reproducción aleatoria, la canción más triste
del mundo intenta abrir una compuerta que hace años que está cerrada.
Inmersión. Se sienta en la mesa, y antes de empezar a comer coge un marco de
fotos y lo pone al lado de la jarra de agua. Tres chicos posan como si el mundo
todavía no se hubiera cruzado por su camino, y uno de ellos está abrazando a
una chica preciosa, parecen tan felices, y el reloj de arena sigue dando
vueltas sin parar...
Saludos y gracias
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