EL POLO NORTE



Suena la orquesta, se desquebrajan los bloques de hielo, llora la luna sobre este espejo blanco, se balancean las predicciones de Casandra, los aeroplanos caen como los aviones de papel que hacía en esa habitación blanca estrellándose contra los iglús, se deshacen como un mosaico gigante que me recuerdan a tus zapatos de tacón albinos que te dejaste olvidados en ese agujero negro que absorbió toda la materia que teníamos en nuestras manos, y seguro que si nos ponemos a estudiar el lenguaje de las morsas, encontraremos algo de esperanza, y aquí el mañana se precipita con los primeros aires polares, y polvo que se desvanece entre los accidentes que produjo la melancolía, ahí donde coincidían el final de todo aquello que pudo ser y el aire necesario para volver a sentirnos felices, se ha endurecido la dulzura de las palabras, por eso cada vez son más los que se olvidaron de hablar sin hacer daño.

Aquí si arrancas un trozo de hielo es cierto que no encontrarás demasía seguridad, el ocaso tan solo nos recuerda que el mundo es demasiado pequeño como para ir siempre huyendo de él, los jeroglíficos pactaron un estúpido plan sin solución, como abastecer ahora las hojas de eucalipto que nos daban la serenidad adecuada para resistir los veinte bajo cero, y hasta aquí retumba ese estallido de alarma social, he visto caer las cataratas por los ojos desesperados de los osos polares, y sí, son tan blancos como siempre pensamos, y si fuimos capaces de sobrevivir a las imágenes que violaron nuestros sentidos, a las plegarias que venían en forma de espiral, y nos sacudían estremeciendo todo aquello que creíamos que estaba bien, a  los cementerios de asfalto que nos sometieron a unos arquetipos estúpidos.

Vente aquí, te podría vender el paraíso, pero no te mentiré, jamás existió, formaba parte de ese escaparate incendiario, tampoco dejaré de decirte la verdad, aquí todo se está derritiendo cada vez con más celeridad, pero no sé como explicártelo, será este paisaje indómito, o esta repentina necesidad de volver a estrechar tu silencio, y resolver de nuevo todos esos teoremas que llevas contigo, además si estamos ante el final de algo importante, no se me ocurre nada mejor que tenerte junto a mi lado, y subirnos encima de este barco de papel blanco que estoy construyendo, y navegar por las rayas profundas que deja este polo norte, y preguntarte si sabes dónde está, dónde está, ese beso que creímos ver una vez detrás de esa película de nieve que haga explotar en mil pedazos esta ceguera blanca.

Saludos y gracias

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