ENHEBRAR LA AGUJA



Olvidé decirte que ya enhebré la aguja, madre. Eso, y muchas otras cosas, que él se fue a la guerra, a un lugar sucio donde huele a muerte y a miedo. Los niños preguntan por su padre, y yo no sé qué decirles. Ha vuelto muy cambiado. Ya no me mira como lo hacía en aquella taberna, y me invitaba a ponche, y luego me sacaba a bailar. No quiere hablar con nadie. Tan solo se pasa todo el día en la mecedora que tenemos en el porche bebiendo botellas que le castigan el hígado y las ganas de seguir viviendo. Por las noches, cuando entra dentro de mí, ya no me hace el amor, es como si se estuviera follando a sus diablos. No hay caricias, ni besos. Ya no es bonito estar en la cama junto a él.

Madre, estoy pensado muy seriamente cogerme a los niños y marcharme, lo intenté hablar con él el otro día. Sabes madre como me respondió, con el silencio, la peor de todas las respuestas posibles. La maldita indiferencia. Creo que ya no le importamos. Algo, algo muy malo debió de pasarle en ese lugar al que fue, madre. Sabe usted, odio las guerras. Destruyen muchas cosas y no traen nada bueno. Me gustaría cuando tome la decisión de marcharme que viniera detrás de mí, a buscarnos, porque se ha dado cuenta que nos echa de menos, que nos quiere, pero creo que no pasará. Me entristece mucho tener este pensamiento. Porque sabe madre, yo todavía le quiero, y mucho. Pero no puedo seguir así... No olvide decirle a la abuela que ya enhebré la aguja.

Saludos y gracias   

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