Trepaba por el alambre, nunca
se preguntó que había abajo y que pasaría si daba un mal paso y todo se venía
al traste. No le asustaba la caída. Los gorriones se habían convertido en sus
mejores amigos, eran igual de mudos como esa letra de esa canción que sonaba
una y otra vez, pero no era capaz de entender. Solo quería llegar hasta el
final antes de que se despertase el rugido de la gran ciudad. No tenía ningunas
ganas de seguir sintiéndose un extranjero. Recordaba que había gente que le
había dicho que soñaba con pasillos que nunca tuvieran un final, y muchas
puertas en sus costados para poderlas abrir una a una. En cambio, él tan solo
se conformaba con pasar al otro lado, donde clínicamente todo estaba vivo y
preguntarle: ¿Me has echado de menos?.
Saludos y gracias
Sin temor al fracaso nadie se cae del alambre. Otra cosa es que te hayan echado de menos...
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