LOS TOMATES



Se arremanga la camisa, coge aire, y lo expulsa con una calada, y comienza su viaje de autocorrección. “Sabes, ahora me viene cuando cortábamos juntos los tomates que luego más tarde se transformarían en ensalada. Se hace tan fuerte esa imagen como si estuviera ahí mismo, el banco de cocina, el cuchillo agarrándolo con la mano derecha como me decías que debía de hacerlo, y con la izquierda sujetando el tomate que se encontraba sobre la tabla de madera, y luego ese sonido seco, que dependiendo de su cadencia rítmica indicaba el nivel de destreza. Nos gustaba mientras tanto escuchar a los “The doors” e ir descorchando botellas de vino según se fueran acabando. Si te soy sincero al principio lo odiaba, cuando me decías no me dejes sola en la cocina y acompáñame, prefería echarme unas partidas en la consola, o ver algún capitulo repetido de alguna serie. El caso es que sabía que si hacía eso habrían problemas, y luego no tendríamos sexo. Lo sé, lo sé, es egoísta y sucio. Pero al final me fue gustando, y había días que me levantaba por la mañana y tan solo me emocionaba que llegará ese momento con los tomates. Ahora mismo, ahora mismo es lo que más extraño.”

Deja el ordenador, se levanta, y se acerca a la ventana, le encanta la vista desde las grandes alturas, las ciudades no asustan tanto, se enciende un cigarrillo y le vienen oleadas de lo que paso. “Me advertiste, y no te escuche, o si lo hice, fui un autentico gilipollas y desprecie tus sentimientos, y no me di cuenta de lo que te ocasionaba dolor, algo que no está nada bien que se lo hagan las personas entre sí. Siempre me repetías que era muy bueno, que el talento que arrastraba lo estaba destrozando porque seguía el camino estúpido de cuando veía problemas en el horizonte echarme más mierda sobre mí mismo, en vez de ser valiente y afrontarlos. Ahora mírame, si pudieras, o mejor dicho si te sintieras con fuerzas para ello, tampoco creo que te sintieras algo orgullosa de mí, porque la verdad que todavía no he sido capaz de reiniciarme, sigo cometiendo las mismas estupideces, con una diferencia, que cada vez me paso más tiempo delante del ordenador, esperando ya sea por el móvil, por alguna maldita red social noticias tuyas, espiar tu vida de alguna manera, para sentir que todavía pertenezco a ella, necesito mentirme así para poder seguir. Ya ves, él que siempre ha pensado que las redes sociales nos van a acabar volviendo sociópatas, que son algo así como putas armas de destrucción masiva, porque tan solo hacen que agudizar y estirar este salvaje individualismo y soledad a la que nos condenamos poniendo estas malditas reglas. Pues ahí estoy esclavizado a lo que me prometí que no haría, a la ruptura de mis ideales, a meter la cabeza en el retrete lleno de heces y estirar una y otra vez de la cadena sin saber sacarla de la maldita taza del wáter.”

Vuelve a sentarse enfrente del portátil, hoy no se bloquea, aunque todavía no sabe el momento exacto en el que lo comenzó a fastidiarlo todo, a poner los intermitentes sobre la dirección equivocada, se dice así mismo, que con esto cree que será el primer paso que debería haber hecho hace mucho tiempo, para reconducirlo todo. “ Lo sabía todo de ti, tu color favorito, el suavizante de tu pelo, la marca de cigarrillos, las cucharas exactas de azúcar en tu café, el tipo de película que te gustaba ver dependiendo de tu sentido de humor, como hacerte sonreír, cuando más lo necesitabas. Ahora duermo en un colchón tirado sobre el suelo, y no te puedes imaginar lo que puede llegar a pesar un colchón vacio en las entrañas, la verdad que espero y te deseo que nunca tengas ni puta idea de lo que significa eso, que jamás tengas que pasar por ahí. Sé que me odias, y no te puedo culpar por ello, pero también pienso que no se puede odiar para siempre a una persona que se ha llegado a querer como si te fuera la vida en ello. Todavía me queda esperanza en esos tomates, porque sin ti a mi lado no soy capaz de cortarlos.”

Saludos y gracias

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