Las dentelladas de la noche
pueden llegar a morder tan feroz que la boca de la luna calle escondiendo el
miedo en su cara oculta, y el agua salada del mar que pisan mis pies descalzos,
no dice nada de lo que necesitaba escuchar, mientras la playa decide acostarse
comiéndose parte de la ciudad, las persianas bajadas del lugar donde solíamos
cerrar las noches lo hacen para siempre, subimos a tu piso, y me pides que me
quite la camisa, lo que sigo sin interpretar
es si el filo frio de tu navaja acariciando mi espalda trata de seducirme o
clavarse muy adentro.
Saludos y gracias
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