I
Entró en casa, se acercó hasta
la mini cadena, subió el volumen al máximo, era música clásica, a ella le
gustaba tenerla de fondo cuando leía algún libro, sentada en el sofá y el gato
encima de sus piernas, a él nunca le gustó ese gato, ella lo sabía, y también
que hasta entonces era el motivo de muchas disputas. Después de quitarse la
chaqueta y antes haber subido el volumen, se acercó a ella por detrás, le quitó
el gato de encima con un manotazo y una mirada al felino de relación estancada,
que este no acogió con mucho gusto, le puso el pelo por detrás de la oreja y le
susurró, hoy en el trabajo me han encargado que te mate.
II
La encontró con su amante, lo
desconocía, en la cama, desnudos, follando como animales en celo y riéndose, la
mano del amante bordeando el tatuaje de ella, como si lo volviese a trazar,
como si se lo apropiara, la mano de ella en su miembro viril, poniéndolo duro,
provocando una gran concentración de sangre, y preparándolo para una futura
eyaculación. Entonces fue cuando ella, la chica que estaba agarrada a su brazo,
le preguntó en el borde de la puerta entre abierta: ¿Qué hacemos ahora? Y él le
contestó: No tengo ni idea, supongo que lo mejor será salir de aquí. Y en ese
momento los cuatro se encontraron las miradas sin saber que decir.
III
Se le hacía tarde, odiaba las
prisas, le angustiaba el ritmo frenético que generaba este mundo, este ritmo de
vida tan occidentalizado, ya no había tiempo para casi nada, todo pendiente de
un reloj, ya no habían casi momentos, los momentos se perdían, como si se
estuviesen vistiendo de negro para ir a su propio funeral. Salió de casa, y
bajando por el ascensor se dio cuenta de una carrera en sus medias, maldijo
todos los demonios que conocía, a fuera llovía y había olvidado coger el
paraguas, se puso a andar, mientras una cortina de lluvia no le dejaba ver mucho
más allá y empapada creyó encontrárselo más de una vez hasta que llegó a la
puerta del edificio de su trabajo, y se dio cuenta que lo había vuelto a perder
a él y las ganas de entrar por esa puerta.
IV
El hombre del tiempo anunciaba
probabilidades de inundaciones, el caudal de los ríos aumentaban, las imágenes que
mostraba la televisión eran impactantes, esa fuerza que llevaban consigo,
pareciese que estuvieran planeando una venganza y que tenían pensado muy
seriamente llevarla a cabo, eran ya muchos los días seguidos que tan solo
llovía, llovía y no salía el sol. Te levantaste a mitad de la noche, llorando,
con un gesto de la cabeza dejaste claro que no se trataba de una pesadilla, no
sabías que te pasaba, quizás era este tiempo, se te hacía insoportable, te
desgastaba, y te dije: El tiempo no lo puedo cambiar, porque no sé cómo se
hace, todavía no lo he aprendido, pero conozco algunos viejos trucos caseros
para que te hagan sentir mejor, vuelve a la cama y te los mostraré. Afuera la
única música era la de las gotas de lluvia golpeando contra los cristales de
las ventanas.
Saludos y gracias
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