No era aquel barco al que te
amarraste veinte años atrás, con el que naufragaste, te salvaste de tu propia
predicción, y ahora vienes a contármelo tanto tiempo después, como te tuviste
que disfrazar de puta para que en un mundo de hombres alguien te hiciese caso,
que todavía seguías odiando la col de Bruselas, y que la virginidad está
sobrevalorada, todo lo que viene después ya estaba estudiado con anterioridad
pero que tan solo no nos damos cuenta de ello, que sigues yendo como ritual de
visita a los Botánicos de cada ciudad nueva que te encuentras por el camino, y
ahora te ríes cuando ves a las jóvenes poner el listón tan alto, buscando
epopeyas, y como decirles que todo eso llegará un día que se les caerá como
cristales rotos, que el infinito es otra cosa, otra cosa totalmente distinta.
Fuimos frágiles, demasiado,
por eso nos hicimos daño y nunca llegamos a entendernos como nos gustaría,
sabes y recordamos como nos dejamos en aquel bar, y cómo lo hacías que envolvías
todas las tardes que pasábamos juntos en un color rojizo, te diría que no has
cambiado tanto, pero no lo sé con certeza, eso se sabe si fuésemos a la cama de
la misma forma que lo hacíamos en el pasado, ahí es donde se conoce realmente a
las personas, ahí uno se convierte en cómplice, y de alguna manera para
siempre, aunque el otro se marché, como hice yo, como hiciste tú, pero me decías,
no fue con aquel barco con el que naufragaste, fue otro, otro que hizo que me
recordases y quisieses telefonearme, comprobar si estaba a través de esos
números que entonces añoraste, y descubrir eso, que se pueden añorar números,
cifras, que entonces no hubiera pasado tanto tiempo para volvernos a ver.
Sigues fumando la misma marca
de cigarrillos, y vuelve a suceder igual que entonces, quien vuelve a pasar por
tu lado no puede evitar mirarte de alguna forma que improvisan al instante, y
tuvimos ese legado, tuvimos ese momento en el cual fuimos hijos del mar, podíamos
pulsar cualquier tecla que saliese de nuestras manos, que enseguida sucedía
algo, porque tal vez no teníamos nada, pero teníamos calor y eso era
suficiente, y lo hubiera sido si no hubiésemos permitido que la ciudad poco a
poco nos convirtiese en figuras de cristal que se podían hacer añicos con
demasiada facilidad, ¿Y ahora que seremos? ¿Olas que se repiten una y otra vez
contra el mismo rompeolas? O simplemente ya llegamos a la orilla, sabiendo que
el horizonte estuvo, pudo haber sido, y ahora tan solo queda descansar y relajarnos
aquí, a poder ser con el sol como guardaespaldas, y es entonces cuando me
explicas tu naufragio: Estar sola, es algo muy muy triste.
Saludos y gracias
No hay comentarios:
Publicar un comentario