Te sientes vieja, tu piel se
mengua delante del espejo, y se cae cacho a cacho, sollozas, lloras, y gritas
que esa no quieres ser tú. Me despierta tu pesadilla, te abrazo fuerte, te
sujeto hasta que poco a poco te tranquilizas, te calmas, te relajas, te beso
por el cuello, recorro tu espalda con mis dedos, se cuelan por tus muslos
amotinándolos, descubriendo que humedeces, que quieres que entre dentro de ti
para demostrarte a ti misma que todavía alguien se puede sentir feliz contigo,
con tu cuerpo, y mientras hacemos el amor, después, en esa paz que encontramos
entre nuestros latidos, en ese descenso hasta el umbral de tu misterio y
sentirlo propio, me dices que no quieres ser vieja y tener arrugas.
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