I FASE
Escuché tu nombre venir como
un sueño que al despertarse se rompe en pedazos, se hace añicos contra el
suelo, y si pisas sus restos duelen porque el anhelo se ha evaporado, se ha
vuelto efímero, mientras que sigo pensando que es posible envolver la luna bajártela
y entregártela.
II FASE
Sigo durmiendo con
rinocerontes de color de plata y hojaldre gris que concebía en las noches que
esperaba hasta tarde que te acordases que el tiempo no solamente pasa para ti sino
sucede lo mismo conmigo, y que tal vez por eso mientras los niños van
trasmutando su inocencia perdida en delitos (lo que es hacerse mayor) te conmoviera
saber que había un trocito de luna junto a una copa de vino aguardándote en la
mesa.
III FASE
Todavía hay puertas que me
gustaría verlas cerradas, como algunas heridas que me recuerdan que sigo
demasiado confundido, y las agujas siguen pinchando (por lo tanto doliendo)
cuando se clavan en el mismo sentido que lo hacían en el pasado, y mi única fotografía
que me queda es esa en la que te enseñé una vez la luna y te prometí que si te
venías conmigo la podrías encontrar en un diente de de león que nace dentro de
un mundo gris.
IV FASE
Pájaros en mis manos que
cuando las abro salen volando y se sienten liberados, son de esas cosas que
querría decirte que son realidad, como el viento que se transforma en las notas
de un violín que llaman a tu nombre y esta vez cuando viene no se desquebraja
por la mitad, sino que está ahí para matar la curiosidad de si detrás de esa manta
esta la luna de la que te hablé.
Saludos y gracias
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