Recuerdo el olor del sobre,
los caracteres de tu caligrafía, las líneas de amor que me dedicabas, ir a esa librería
y comprarte los libros de aventuras de Julio Verne, tu mirada oriental y como
llevabas a Tokio siempre contigo.
Luego vino lo que vino, no
importa si no lo rescribo con exactitud, a veces pienso es por lo que te dije
antes de que te diese el primer beso: Hagamos un trato y prometámonos que no
existirán las despedidas.
Claro que si la carta que hoy
abro ha hecho el recorrido que ha hecho saltándose incluso las leyes de las
física y del espacio tiempo, para llegar hasta aquí como ya lo hizo una vez,
tal vez no estaba tan equivocado cuando hoy creí verte con tu vestido estampado
y tu sombrero de paja y no te dije nada por si me llevaba un desengaño, ahora
sé que mis ojos de borracho todavía no han perdido el juicio.
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