Nos miramos como si estuviésemos
desnudos, discretos, mientras te diste la vuelta y entendí que querías que te
subiera la cremallera del vestido, y ahí me encontré por primera vez con el
final de tu espalda, y todo lo demás la lencería que llevases puesta, sopesar
seriamente en dejar al aire tus hombros y morderlos en pequeños besos, corría a
cuenta de la imaginación, y entonces te pregunté lo que llevaba tiempo queriendo
hacer:
-
¿Y qué es de él? Porque no te sube él la
cremallera
-
¿Quién? – Respondiste sin caer en la cuenta
durante unos breves segundos de a quien me refería- Eso se acabo.
Entonces me agarraste de la mano
y con una sonrisa apuntaste: vamos a divertirnos y a pasarlo bien que ya
llegamos tarde. Supe en ese instante que el hermoso final de tu espalda sería lo
que acabaría con el insomnio, las noches frías y tristes.
Saludos y gracias
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