Una mesa de billar. Dos bolas
negras una con el número 6 y la otra con el 9. Pareja estable de baile de
salón. Una partida de ajedrez y el peón acorrala al rey. Sexo en estéreo y
monográficos sobre el mismo tema en cuestión, cuerpos que conectan sin tener
que pisar la luna para ello. Tu ombligo mi meteorito espacial, mi burbuja de
aire, mi agujero gusano particular para volver ahí dónde se está tan bien, una
y otra vez, una y otra vez. Tus pechos buscando mis manos, la punta de mi
lengua. Tú encima, mis manos sobre tus caderas mientras te deslizas dentro de
mi cuerpo y los búhos de la noche hablando de la exquisitez del equilibrio de
mis dedos recorriendo el alambre invisible que une nuestros dos cuerpos. Una
imagen. Tu hermosa desnudez llamándome. Ya no hace falta definir el significado
de las bragas rojas sobre las que una vez escribí.
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