Extraño fue descubrir que existías,
como no podías leerme en mi idioma porque no lo entendías no podías saber que
por aquel entonces y por este ahora escribía (escribo) últimamente más de lo que
debería historias que tienen una densidad muy parecida a la tristeza. Extraño
resultó también ese algo que me dijo que si me metía en el vagón que me
llevaría al viaje de ir conociéndote poco a poco, o a lo mejor a través de
otras velocidades, que tendríamos un primer final. Lo que dejaba abierto la
posibilidad de múltiples reencuentros, una ventana que por más que lo intentásemos,
por más frío o calor que hiciese jamás podríamos podremos cerrar. Hasta aquí
sería el momento, el punto exacto donde deben comenzar los puntos suspensivos,
los interrogantes, las respuestas que querremos diseñar a las preguntas que nos
producen vértigo. Eso sí, un último recuerdo, lo que fue menos extraño y más
maravilloso de aquel primer encuentro, cuando al despedirnos comenzaste a andar
la calle y me quedé esperando, esperando a que te girases y me buscases con una
sonrisa.
Saludos y gracias
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