Siempre hay en algún lugar un
retazo que contar de lo que podría ser una buena historia, como aquella vez que
me preguntaste si te podías sentar a mi lado, yo te contesté que si no ves a
nadie más haciéndome compañía, ¿Por qué no?. No tardaste en averiguar que no me
acordaba de ti, ni dónde nos conocimos, ni de tu nombre, ni que te conté dos
íntimos secretos. El primero era que a menudo todos las mañanas en la ducha me
pajeaba para cortar la tensión sexual que existía conmigo mismo y la segunda
que llevaba tiempo pensando en acercarme a una camarera con ojos de zafiro que
trabajaba en un burdel de carretera y decirle que estaba dispuesto a salvarla
si necesitaba que la salvasen. Porque nunca antes había visto balancearse de
tal manera al deseo de cabañas solitarias que buscan a dos okupas. Te reíste,
ni te acabaste la copa mientras trataba de hacer memoria de todo aquello, y te
fuiste sin que me diese tiempo a preguntarte donde hay un maldito número de
teléfono para recordarte que me he vuelto a olvidar de ti y de mis secretos.
Saludos y gracias
No hay comentarios:
Publicar un comentario