DONDE QUIERAS QUE ESTÉ



Se le notan las palpitaciones. La respiración rápida. La tensión. Las ojeras de la lluvia comienzan a asomar lentamente, observar desde una esquina la ventana cerrada del edificio de enfrente, esperar a que retire la cortina su silencio, su misterio, un taxi para delante del portal, baja alguien desconocido con una maleta, saca una ganzúa y entra.

Descorrerse la cortina y ver su silueta, una vez más, cruzarse sus miradas, tratar de avanzar por ese trayecto que solo lo hace posible el vuelo de los pájaros, esa línea imaginaria que únicamente necesita de un salto de fe, escuchar un estruendo terrible, salir corriendo calle abajo, huir de la vejez, del dolor, y más adelante lejos del ruido de sirenas, coches de policía, encontrársela y decirle: Es imposible, es imposible, acabo de ver como todo ardía, como todo lo que eras y tenías explosionaba.

- Estás equivocado, siempre podrás encontrarme donde quieras que esté.

Saludos y gracias    

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