LA CANCIÓN DE LA GALLINA



Huele a grifo mojado y ceniza de cenicero. La física de las paredes ha perdido sus propiedades cuando unas paredes dejan de ser un hogar, un lugar seguro, igual que le sucede a sus entrañas cuando lo recuerda: "Repite mi nombre" Ese imperativo con aliento codificado a pis de humano marcando su territorio, "Me llamo Estocolmo" ¡Dilo!

                Ha salido fuera, pero le ocurre igual que un pájaro con la jaula abierta que se queda dentro descifrando los renglones más oscuros del miedo.

Sus pasos de vuelta son como la premonición de una plaga, de un accidente intencionado en estado de bucle, como si todo el fascismo se comprimiese en un ser, un lugar y una víctima necesaria para poner a prueba teorías y experimentos, ¿hasta donde llegar para que detone por dentro un ser vivo? Fuera de esas paredes se piensa que ahí dentro no ocurre nada de nada.

                Se vuelve a encerrar en el baño para ganar algo de tiempo, como lamer las miserias de un asfalto mojado porque se tiene sed. Y vuelve a cantar la canción con un murmullo tembloroso:

"la gallina pone un huevo, huevo, huevo y sale un monstruo, monstruo, monstruo..."

Saludos y gracias       

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