El candelabro, luego esos
calcetines que no encuentran su pareja a la hora de plegar la ropa. Los compraste
demasiado grandes, no son de tu talla, por eso no quieren aparecer....
Y de afuera llega la proclama,
el vendaval, el dogma asociado a varias voces, soprano, mezzosoprano,
contralto, tenor, barítono, bajo y contratenor:
- Creemos que lo que necesitas
es un psicólogo.
- Por ese dinero, antes me
iría una noche de putas.
Cierra en tablas el silencio,
el me voy de aquí porque falta aíre, ahogo, tsunami, urgentemente abrir una
puerta, como el que tiene la incesante necesidad de destapar la caja de
Pandora.
De atracar a lo prohibido, de
soltar el hámster de la jaula y que corra, colonice nuevos espacios, su escala
espacio temporal crezca, evolucione. Y el día de la marmota sea la máxima
expresión del deseo, del anhelo, del adiós a los naufragios y el preguntarse
una y otra vez, una y otra vez, ¿dónde están los salvavidas?
Los murmullos de la ciudad a oscuras, cuando
te asomas al balcón y las calles están vacías, las únicas gotas que caen son
las lagrimas de los gatos solitarios que viven en los tejados, ese inevitable
pensamiento de que algo malo acecha entre las sombras, apunto de atacarte, en
definitiva un canto sectario al sufrimiento, su sinfonía, su ritmo cardiaco
cogiendo ritmo, enrollándose para rodar y rodar, premiando a que una vez más la
tierra quemada sea imperio, dictadura, y luego el maldito vuelo de las cenizas...
El síndrome del patito feo y
¿dónde se encuentra el lago de los cisnes?
- Creo que iré a comprar una vela para el
candelabro, no esperéis que vuelva.
Saludos y gracias
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