SANTUARIOS


Desde que nos estamos volviendo viejos por culpa de la impotencia damos pena, mucha pena, así no puede seguir la cosa. Después de meterse en vena, fumada y esnifada una sobredosis de realidad a través de diferentes medios mediáticos; radio, televisión y periodismo digital se siente mareado, como si hubiese tomado algo en mal estado. No solo eso, como si no fuese dueño de sus movimientos físicos, mentales, de sus pensamientos; se siente obligado a un imperativo de firmes, formen, a hacer flexiones si hace falta, o a majasear pies de quien lo ordene, o como un animal de circo bien adiestrado a saltar por el aro, o a servirles concienzudamente en bandeja de plata. Luego están los buitres, los que oscurecen el cielo y no dejan que salga el sol, los que están dispuestos desde las miserias humanas a agarrar fuerte el poder  (que depende el punto cardinal desde donde se analice la cuestión atmosférica ya lo poseen) y tratar de rendirle pleitesía a los bustos de tiranos que decoran sus salones privados, los mismos que en el pasado llenaron fosas comunes de miles de muertos. Luego piensa Cadmio está él, tener que hablar con él, y no puede evitar que una nube oscura aterrice sin permiso concebido en sus entrañas y le pregunte a quien no está y le gustaría no solo que estuviese, si no que nunca se hubiese ido: ¿Por qué lo elegiste, no te diste cuenta de qué era tu veneno?    

                Le quiere decir no entiendes porque no puedo hablar contigo. Me ardes. Me constriñes. ¿Quieres que te de un consejo? ¿De verdad quieres que te de un consejo? Échate un litro de lejía por el cuerpo cuando te quedes en pelotas para asegurarte que estás bien desinfectado, luego coges una vela del cajón donde guardes velas para celebrar cumpleaños y te la pones entre los labios y te la enciendes para celebrar un día más de vida, luego me llamas y me cuentas qué tal te va todo. Esta vez tampoco le dice nada de nada. Asiente, cierra el puño, los sapos los muerde fuerte con los dientes para que no salgan disparados como proyectiles de apunten y fuego. Cuando cuelga lo sabe, Cadmio ha vuelto a envejecer y no le gusta. Decide que ya es hora de bajar el telón y que se acabe esta maldita función.

                Despierta, e incluso antes de abrir los ojos ya sabe que algo no va como suelen marchar las cosas últimamente, algo ha pasado, hay algo diferente. La sangre es a veces río que baja en trompa enfurecido y arrasa con todo. ¿Pero realmente va de eso la cosa? Otra vez no, por favor, otra vez no, se repite. Algo al despertarse le ha dicho que no y ahora lo recuerda. No lo piensa porque quizás no lo tenga, pero si tuviera a mano un telescopio y decidiese mirar por él, pero no mirar, sino mirar. Con detalle, con tiento, con respiraciones que le lleven a un estado de encontrar su aquí y su ahora y no andar mareado y perdido por agentes, misterios, nebulosas externas y externos. Si tuviese el telescopio y lo hiciese se daría cuenta que nada tiene que temer, absolutamente nada, lo que hay allí arriba, en lugares absolutamente hermosos,  le llevaría a aquello que siempre ha querido sentir.
               
                Despierta, e incluso antes de abrir los ojos sabe que algo no va como suelen marchar las cosas últimamente y eso, eso, eso no sabe qué puede significar. Se da cuenta que Libre no está, que la puerta de la calle está entreabierta, sin darle demasiadas vueltas a sus decisiones decide averiguar donde fue, porque marchó, y cuando sale al rellano, comienza a descender la escalera; esa no es la barandilla que estaba antes, ni los escalones son los mismos, ni había cuatro puertas por rellano, ni había opción de elegir entre dos ascensores, ni vivía en el ático, ni puede contrariarse por el cambio porque le hace sentirse mejor.

                Cuando finalmente llega abajo; abre la puerta, pone el primer pie en la calle, así se debió de sentir el hombre que pisó la luna por primera vez si realmente hubiese pisado la luna cuando dijeron que el hombre pisó la luna por primera vez. Pero las cosas la mayoría de veces no son exactamente tal como nos las cuentan. ¿De verdad todo se terminó? ¿Es esto lo que se siente? No lo volveré a oír, no los volveré a oír, a escuchar, por ningún lado, por ningún recoveco, nada de él ni de ellos, si es así todo debe de estar limpio, virgen, ¿Verdad?. Lo expulsa, lo suelta. Ahora es cuando empieza a comprender, a entender, que esa barandilla, esos escalones, ese ático que ha dejado atrás no es nuevo, no es la primera vez que los siente, ya ha estado ahí, ha estado ahí tantas veces, de hecho es suyo, le pertenece como derecho de creador, de la misma manera que por eso ahora sabe que todo lo que pasa en la calle, todo lo que sucede no solo en esa calle, su calle, si no en las calles, rincones, lugares de todo el mundo le resulte tan cercano, tan frecuente, tan caluroso, tan hermoso, tan correspondido, como si fuese el incubador. Ve a lo lejos aparecer a Libre con la lengua fuera, moviendo la cola porque está contento, y cuando lo tiene al lado y lo acaricia le dice: Chico, ¿dónde te habías metido? Lo sé, lo sé todo se terminó, por suerte todo se terminó y esta vez creo que no me equivoco si te digo que finalmente para siempre.     

Saludos y gracias   


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