DIALÉCTICA ENTRE EL ESPACIO Y EL TIEMPO



El tiempo muda a otra parte, emigra sin avisar y desaparece. No se sabe cuando volverá, mientras tanto nos queda el espacio, a veces distante, a veces cortante, a veces y aparentemente inexistente, pero siempre hay un espacio, un galimatías al respecto que resolver. Porque el espacio infinito e incalculable en su extensión por más que se reformule, y se deje de reformular nunca acaparara todo lo hermoso de las cosas, las no vivas, las vivas. En cambio será capaz de recoger y agrupar todas aquellas cosas que son terroríficas y desagradables, porque lo horrible necesita imperiosamente de un espacio para crear su existencia, para materializarse. En cambio la belleza no, la belleza se le permite ser etérea, viajar allí donde algunas veces tan solo se puede llegar con nuestras mentes, más allá de otros planos distantes y creados sobre la base de su propio espacio, nada que ver con el nuestro.

Al espacio, el tiempo le aprisiona, le congela, le devora por momentos, le engulle en una maquina asfixiante obligándolo a ir siempre a contrarreloj, con prisas, con ruidos insoportables producidos por esas prisas, le subyuga a sus leyes, le impone un ritmo, y no le deja crecer, construir, dinamizar. Igual que si a un arquitecto no se le dejará libertad para diseñar su obra, lo mismo le ocurre al espacio cuando le controla el tiempo. El problema es que es la mayoría de veces. Porque incluso cuando el tiempo se va, es tan corta la medida y la libertad que le deja al espacio para recrearse en sus virtudes, que finalmente lo acaba ahogando, y le roba todas las ilusiones que tenía. Es esa la razón que cuando escuchamos al espacio. Si, se le puede escuchar, si prestáramos más atención y dejáramos de sentirnos el ombligo del mundo constantemente. Todos sus proyectos, sus pasiones, sus delirios acaben derribados y relegados.

El tiempo se va y desconocemos a donde y por cuanto tiempo, y que trama detrás de cada escapada. Pero eso no significa que se pare para nosotros, que de repente nuestros relojes dejen de funcionar. De echo somos incapaces de percibir que el tiempo desaparece de nuestras vidas por momentos, porque se ha convertido en una maquina tan perfecta, tan matemática, tan Newtoniana, que su diseño roza la perfección. Pero no porque en realidad sea perfecto el tiempo tal como lo conocemos, sino porque es tan grande su poder, su magnitud, que incluso da la sensación que es de locos manifestarse en contra de sus estamentos. Y eso es lo que en definitiva lo convierte en perfecto. Pero lo que nadie sabe o desconoce es que el tiempo es envidioso, le corroe la envidia por toda su espina dorsal, porque el tiempo necesita del espacio para vivir, para poder existir, una dependencia existencial, si no hubiera espacio no podría existir el tiempo tal como lo conocemos, porque no podría desarrollarse y evolucionar. Por el contrario el espacio si podría existir sin el tiempo, incluso es más sería más libre, viviría entonces sin ataduras y sería feliz. Y eso es lo que le consume al tiempo, lo que le provoca ira, odio, que el espacio tenga el privilegio, el don, de sobrevivir y crecer por si mismo sin necesitar de nada más, y en cambio él, el todopoderoso no puede por si mismo evolucionar.

Ahora dicen en algunos cafés, en algunos lugares clandestinos, y cada vez menos clandestinos que el tiempo cuántico, el cual si puede regirse por si mismo está planeando salir de sus años de letargo obligados por el tiempo Newtoniano. Y muchos deparan una gran batalla en el futuro entre ambas entidades. Solo que lo bueno del tiempo cuántico respecto al actual y único que hemos conocido y servido, es que este es una entidad libre, sin la necesidad de tener peones que se rindan a sus pies, es una entidad que no necesita sumisión de nadie, ni de nada. Una entidad que apoya la creatividad, la imaginación, y lo más importante de todo, se complementaria a la perfección con el espacio, porque los dos podrían subsistir a la vez siendo dos entes totalmente distantes, sin la necesidad de someter el uno al otro.


Se levanto de la silla, dio su discurso por terminado, sus oyentes le miraban con incredulidad, ¿Qué acababan de escuchar? ¿De que había hablado este tío? ¿Del tiempo, del espacio? ¿Acaso no sabía que quizás estaba totalmente equivocado?. Cuando se marcho por la puerta, y asegurándose que no les podía oír. Le llamaron loco, pirado, maniaco, ignorante, incluso hay quien le tacho de ser un ser altamente peligroso para la humanidad y su futuro. Nadie, absolutamente nadie se percato de que quizás tan solo quería ser escuchado, saber si se había empezado a desarrollar como cualidad humana el saber escuchar a los demás. Menos ella, dos mesas atrás que lo había escuchado todo atentamente pero que por miedo al que dirán no dijo nada, ni salió detrás de él para decirle que le había parecido muy interesante lo que había dicho aunque quizás no estuviera del todo acertado.

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