LA ESPERA



La espera puede resultar incomoda, despiadada, asesina e incluso traicionera, y lo peor de todo es cuando encima se encuentra envuelta bajo la espesura terrible que es el silencio. No tener noticias de ti, en ninguna parte. Aunque la espera puede a veces llevarnos a reformularnos preguntas que ya creíamos solventadas, a volver a levantar dudas existenciales, a querer por momentos romper pactos que quedaron sellados en un beso, o en un cruce de miradas. A querer cometer el delito de buscar el calor que tú desprendes en otra parte. Todos los días me repito que todo va a salir bien y que estoy seguro de ello. Así de alguna manera consigo ahuyentar parte de los terribles fantasmas que rodean a esta espera.

Porque hay días que incluso tengo que esforzarme mucho en no olvidarte, en volver a recordar que es lo que hace que merezca la pena el estar esperándote aquí, el que todo esto tenga un sentido. Porque duele tanto echarte tanto de menos. Y es entonces cuando hago el ejercicio de viajar en el tiempo y recordar todos los momentos que hemos pasado juntos, desde como nos conocimos hasta el ahora. Es en esos instantes cuando tu imagen vuelve a mí, y me acuerdo lo bien que te sienta sonreír, las fronteras que todavía nos quedan por descubrir, que ni tú ni yo pertenecemos a este mundo, que somos de planetas diferentes, las barras de bar que he decidido cerrar para siempre, a cambio de pasar muchas noches entremezclado en tu cuerpo, y saber mucho tiempo después que el futuro vuelve a tener sentido si tú estás a mi lado.


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