ESCUCHANDO LA LEY INNATA: TERCER MOVIMIENTO

Enmudezco, el tercer movimiento es el que se te mete más adentro, por eso Robert decidió llamarlo como lo llamo.

Callo porque ya no sé que hablar cuando te vuelva a ver, que decirte, que contagiarte si la mierda que llevo dentro o la sorpresa que siempre me queda guardada para ti.

A veces te imagino con otro, no sé porque, no hay motivos, lo sé, pero solo imaginar las manos de otro sobre tus pechos, sobre tus caderas, acariciándote el coño, me hace entrar en una bronca terrible, y me entran unas ganas de matar horribles.

Sé que no eres mía, de hecho es más, no eres de nadie, ni tienes dueño y te deseo que jamás lo tengas. Pero no puedo dejar de pensar que si tus ojos algún día se olvidan de mí, que si tus manos algún día se olvidan de acariciarme, eso, eso me aterra tanto que pueda suceder, que sangraría tanto por dentro que ya te digo yo que no hay gasas suficientes para taponar la herida.

Intento salir afuera para ordenar las ideas, para salir de esta sala de espera. Me pongo a correr figuradamente por todos los rincones de la ciudad, a ver si por pura casualidad te encuentro, a ver si por lo menos esta vez el maldito azar está de nuestra parte.

Recuerdo cada rincón que hemos recorrido cogidos de la mano, y me arrimo a ellos a ver si hay alguna pista, a ver si has dejado algún aroma que seguir con mi olfato. Claro que podría hacerlo más fácil que todo eso, simplemente acercarme a donde vives y tocar a tu timbre, o coger ese maldito teléfono que me mira igual que si se tratará de la tentación del diablo, y marcar tu número una vez más, y preguntarte simplemente: ¿Cómo estás?. Pero sabes, no me atrevo. No me atrevo a romper la promesa que me hice muy dentro de mí, algo así como el tercer movimiento.

El tercer movimiento también hace que mire la realidad desde lo más profundo de su ser, y me doy cuenta que aunque ahora todo mi mundo gire a tu alrededor. Las otras cosas que podrían hacer que llevará más fácil esta larga y tensa espera, no lo hacen, más bien lo contrario lo complican todo demasiado.

Por eso cuando los colegas me dicen de dar una vuelta, de entretenerme con ellos haciendo lo de siempre, yo les digo que no, que prefiero quedarme en casa fumándome toda la hierba que me queda pensando en ti y escuchando el tercer movimiento. Sé que no me entienden, no les culpo, a ratos largos y pausados yo tampoco me entiendo demasiado.


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