LA JARDINERA



Transitamos todos los posibles quizás que hay entre el sí y el no, sentada encima de mi regazo, robándome de vez en cuando el cigarro, y dándole caladas cortas hacía fuera, el humo no entraba por tu garganta, no decías nada si mi mano trepaba desde tu gemelo, se metía debajo de tu falda y buscaba refugio en tu muslo. Te gustaba el erotismo si eras tú quien lo sufría, sentirte mojada por las razones y suaves sugerencias que te ofrecían mis caricias, buscar mis labios y mancharlos con tu carmín y con tus mordiscos.

Enfrente Bruno y Sofía seguían debatiendo, discutiendo, exasperando al resto porque no nos dejaban escuchar las notas y acordes que escupía el ordenador de la Jardinera, cuál sería el verdadero origen que provocaría un apocalipsis zombis, y tú y yo nos mirábamos, sin decir nada, los dos creíamos que algo así lo provocarían las palomas, y lo supimos los dos, teníamos la misma mirada, te diste la vuelta, te pusiste a horcajadas encima de mí, te levantaste un poco la falda, sin quitarte la medias negras, me cogiste una mano y la pusiste encima de tu teta cubierta por el sujetador y la camisa, comenzamos a movernos, como se mueve el sexo, sin importarnos si el público presente nos tiraría tomates o nos aplaudiría por nuestra osadía.

La Jardinera lo había organizado todo, con el trazo delicado de quien sabe lo que se hace, su casa era un lugar sugerente a creer que existían las proyecciones temporales a otros lugares acuáticos mejores, y ahí estábamos los pocos que éramos, como dentro de una pecera tirando burbujas y fumando poco a poco el origen de las plantas, nos pellizcábamos de vez en cuando para saber que seguíamos existiendo dentro del plano terrenal, y cuando agotados, borrachos, me dijiste de ir a la cama, vimos como detrás de nosotros la Jardinera desnuda cerraba la puerta del cuarto y nos decía, dentro de unos días algo va a cambiar en el mundo, un numerito más saldrá de ese embrión que lleva gestándose casi 365 días, así que no dejemos pasar algunos experimentos más que saludables, y mientras volvíamos a esos quizás del principio, los que distan entre el sí y el no, fue mirarnos y darnos cuenta  que estábamos tres cuerpos desnudos, pegados, abrazados, orquestados, debajo de un nórdico, esa vez, la noche nos enseñó un nuevo lenguaje.

Saludos y gracias 

No hay comentarios:

Publicar un comentario