La música que suena no la
escribiste tú, aunque la canción perfectamente podría ser nuestra historia
vista desde tus ojos, los azulejos del baño me recuerdan que alguna vez
caminaste en braguitas por ahí, me pedías una toalla, a poder ser la negra, si
la había lavado, doblado, y guardado, si estaba esponjosa, te gustaba el agua
ardiendo, porque cuando te ibas por la puerta que da al rellano, y yo me metía detrás
de la mampara el primer golpe de agua quemaba, y lanzaba un grito, para luego
darme cuenta que ese grito merecía la pena más de lo que éramos conscientes.
Cuando te ofrecía si querías
hacer algo diferente, me decías que te gustaba lo que teníamos, venir a mi
casa, pasar un par de días, ver películas, descorchar botellas de vino y vaciar
latas de cerveza, y hacer el amor o follar básicamente decías es prácticamente lo
mismo, la línea que lo separa es muy fina, si el celuloide nos engañaba
haciendo un simulacro bien dirigido del aburrimiento que duraba alrededor de las
dos horas, buscábamos canciones tristes de Bob Dylan, que intentábamos traducir
con nuestra mierda de inglés.
Solo estamos de paso, o al
menos así me sentí, llegó tu oportunidad de futuro y me di cuenta que yo no
formaba parte de él, intentaste poner palabras a algo que ya de por sí, sin
ellas resultaba bastante difícil y complicado, diciendo que sabíamos que esto
tarde o temprano pasaría, que en una semana tenías el avión y que dentro de tus
planes estaba no volver en un tiempo, pero que si volvías, quizás comprobarías
si yo todavía seguiría vagando como un extranjero en un país que no era el mío,
y nunca llegaste a comprender que los países como los lugares son las personas
que queremos que estén a nuestro lado, si al menos me hubieras preguntado si
quería irme contigo, si al menos me hubieras ofrecido esa oportunidad, hubiera
merecido la pena haber averiguado cual era mi respuesta.
Saludos y gracias
No hay comentarios:
Publicar un comentario