SOBRE LO QUE OCULTA A VECES LA NOCHE



Vació el mar, una extraña manera de olvidar, desafió las leyes de la entropía, las ballestas estaban cargadas en el salón, esperándola en cierta forma, o al menos eso esperaba, y allí en el mismo lugar de siempre seguían los libros que hablaban sobre la Atlántida.

Quiso consumar su odio en los barcos fantasmas que estaban anclados en el viejo muelle, se seguía subiendo a los escenarios para sobrevivir, y cada vez que se cerraba el telón, sentía que volvía a coger aire, y que una parte de ella se desvanecía.

Sabía que nada sería igual, los crucigramas del domingo, la palabra de siete letras que empezaba por B e hizo que se descubrieran, sus latidos cuando lo sentía tan cerca que sabía que nunca se le podría escapar, su piel caliente (la de él) y la incertidumbre de no saber cuanto quedaba para el final.

Le resultaba difícil explicar porque comenzaba a buscar lugares oscuros, lejos del bullicio y al otro lado de las horas solares, como si huyera de ellas, escapar corriendo y con lagrimas en los ojos, no había nada más doloroso que querer sentirse muy lejos de uno mismo.

Y el día que supo que ella era el frío, cuando se encontró cara a cara con su rostro pálido ante el espejo, que en cierta manera el mapa del mundo no volvería a ser igual para ella, a pesar de que la geografía siguiera siendo la misma, no supo cómo controlar ese primer golpe de sed, y con los dientes afilados se dio cuenta que jamás aceptaría su nueva naturaleza.

Saludos y gracias

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