ESTALLIDO SOCIAL V



Nos quedamos callados un buen rato, y construimos el silencio, Libre volvió a su sitio que tenía en un rincón de la habitación, se acurrucó y me puso mirada triste mientras tú te acercaste y estando de pie dejaste que apoyara mi cabeza contra tu cintura, seguía sin poder levantar la mirada, el boticario y Margot tardaron un buen rato en soltarse la mano, y se sintieron extraños durante un momento, Bach fumaba y bebía, hasta que Margot se levantó y nos puso a todos en orden, podemos estar todo lo jodidos que queráis pero eso no es justificación para dejar a nuestros estómagos moribundos y maltrechos, así que habrá que ir preparándoles algo, y que se adapten a esto, que parece que va para largo.

Te encantaba cocinar, una afición que me pegaste como la de descorchar botellas de vino y dejarlas respirar antes de vaciarlas sin criterio alguno, fuiste a ayudar a Margot, te venía bien sentirte ocupada, entre las dos imaginasteis y creasteis algo que quedaba muy bien en los platos y dentro de nuestros estómagos, aquello ayudó a hacer desaparecer parte de las toxinas que habían llegado hasta el techo de la habitación, entre tanta tensión acumulada y humo de tabaco, eso y el ventilar un poco, aunque afuera el frío era terrible, a la vez que Bach me confesaba que había algo en Margot que le hacía replantearse algunos misterios e interrogantes básicos y principales sobre lo que uno llega o no llega a sentir hacía otra persona.

Libre quiso formar parte de la mesa, no le dejamos, a pesar de la insistencia del boticario de hacerlo formar parte, y su pregunta sino que come vuestro perro, y tu respuesta rotunda y sencilla, comida de perros, y apuntó estuve de darle una coz porque más de una vez le pillé a escondidas por debajo de la mesa trajinando comida con Libre y ganándose aún más si cabe su confianza, entre eso y los olores de su maletín lo había conquistado, nadie dijo nada, pero necesitábamos esa tregua, ese paréntesis, los rostros de cada uno de nosotros volvía su estado natural, hasta que llamaron al timbre, era Verónica, entró sofocada, se quitó con prisas innecesarias el abrigo, la bufanda, los zapatos con la suela llena de barro y nieve, que no se había enterado de nada, y que quería que le pusiéramos al día, creo que más de uno tuvimos la sensación de que el apetito se iba a ir retirando poco a poco, todo lo contrario de lo que haría la vuelta a la realidad.

Saludos y gracias

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