Nos quedamos callados un buen
rato, y construimos el silencio, Libre volvió a su sitio que tenía en un rincón
de la habitación, se acurrucó y me puso mirada triste mientras tú te acercaste
y estando de pie dejaste que apoyara mi cabeza contra tu cintura, seguía sin
poder levantar la mirada, el boticario y Margot tardaron un buen rato en
soltarse la mano, y se sintieron extraños durante un momento, Bach fumaba y
bebía, hasta que Margot se levantó y nos puso a todos en orden, podemos estar
todo lo jodidos que queráis pero eso no es justificación para dejar a nuestros
estómagos moribundos y maltrechos, así que habrá que ir preparándoles algo, y
que se adapten a esto, que parece que va para largo.
Te encantaba cocinar, una
afición que me pegaste como la de descorchar botellas de vino y dejarlas
respirar antes de vaciarlas sin criterio alguno, fuiste a ayudar a Margot, te
venía bien sentirte ocupada, entre las dos imaginasteis y creasteis algo que
quedaba muy bien en los platos y dentro de nuestros estómagos, aquello ayudó a
hacer desaparecer parte de las toxinas que habían llegado hasta el techo de la
habitación, entre tanta tensión acumulada y humo de tabaco, eso y el ventilar
un poco, aunque afuera el frío era terrible, a la vez que Bach me confesaba que
había algo en Margot que le hacía replantearse algunos misterios e
interrogantes básicos y principales sobre lo que uno llega o no llega a sentir
hacía otra persona.
Libre quiso formar parte de la
mesa, no le dejamos, a pesar de la insistencia del boticario de hacerlo formar
parte, y su pregunta sino que come vuestro perro, y tu respuesta rotunda y
sencilla, comida de perros, y apuntó estuve de darle una coz porque más de una
vez le pillé a escondidas por debajo de la mesa trajinando comida con Libre y
ganándose aún más si cabe su confianza, entre eso y los olores de su maletín lo
había conquistado, nadie dijo nada, pero necesitábamos esa tregua, ese
paréntesis, los rostros de cada uno de nosotros volvía su estado natural, hasta
que llamaron al timbre, era Verónica, entró sofocada, se quitó con prisas
innecesarias el abrigo, la bufanda, los zapatos con la suela llena de barro y
nieve, que no se había enterado de nada, y que quería que le pusiéramos al día,
creo que más de uno tuvimos la sensación de que el apetito se iba a ir
retirando poco a poco, todo lo contrario de lo que haría la vuelta a la
realidad.
Saludos y gracias
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