EL GALOPE DE LOS CABALLOS



Se oía el galopar de los caballos, alguien decía: qué raro, caballos en la ciudad, ¿Qué habrá pasado? Nadie pareció escuchar esas palabras, todo seguía igual, había ruido de vasos, de botellas que se abrían y se cerraban, la novena sinfonía de Beethoven salía por los altavoces, pero daba la sensación que todo estuviese sumido en un silencio que en cualquier momento se hiciera pedazos encontrando sus restos de cristal por el suelo.

La casa era grande, tenía varias habitaciones, un salón enorme donde estaban reunidos la mayoría, pero cada uno iba a la suya, como si no se percatasen que ahí había alguien más con el que generar conexión, algo así como si fuésemos muñecos de un escaparate en movimiento, como si se estuviese siguiendo una escala desordenada, creando un concepto irreconocible, nunca antes visto, no había casi palabras, las justas para uno no desbocarse y caer desafinado de su propia partitura egocéntrica, olía excesivamente a Narciso cuando te acercabas a los espejos que envolvían a la casa, y de nuevo el sonido del galopar de los caballos, solo que esta vez nadie dijo nada.

 El humo del tabaco amarillaba las paredes, los licores se adueñaban del olor que tejía redes invisibles, las neuronas de cada uno de nosotros caían en pedazos que se estrellaban contra el suelo, éramos incapaces de intuir lo que estaba sucediendo, asomaban sombras que tapaban la luz, creando poco a poco oscuridad intermitente, vidrieras que explotaban cada vez que alguien cerraba los ojos y los volvía a abrir, y de nuevo el galopar de los caballos, esta vez con más fuerza, como si fuera el rugir de una fuerza que quisiese escapar de algún abismo. Te encontré a mitad del pasillo y te dije: Nadie, nadie parece darse cuenta del cuerpo que está tendido en el suelo de la cocina creando un charco de sangre, incluso pasan por encima de él como si tan solo se tratase de un muerto. Fue lo último que recordé, hasta que a la mañana siguiente una manada de caballos me despertó con sus relinchos.

Saludos y gracias

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